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Por Francel Zárate
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La cultura organizacional es eso que castigamos y premiamos consciente e inconscientemente dentro una empresa. Soy marketera de profesión, pero HR (Recursos Humanos) por vocación. Lo cual pone como centro de mis decisiones a una persona, en este caso un consumidor, cliente, o bien al empleado. En este junio donde todos sacamos nuestras coloridas banderitas, reflexiono acerca de las verdades y las partes menos coloridas del asunto desde un punto de vista corporativo.

Fue a través de los datos y las 11 encuestas de clima laboral para más de 50 mil  colaboradores en 60 países que entendí la relación entre la cultura organizacional y los resultados de una compañía. Gallup dice “En mi trabajo tengo la oportunidad de hacer lo que mejor sé hacer” y en los rates altos de este indicador, el desempeño se detona exponencialmente por 3X. Pero hacer lo que mejor sé hacer no solo es una parte técnica ni siquiera de soft skills, tiene que ver con que las personas se sientan respaldadas, cómodas de mostrar su opinión y demostrar su pasión. Estos tres comportamientos tienen como componente principal la personalidad. Y si yo entiendo que debo mesurarme y actuar más femenina y delicada (léase no machorra) o bien en el caso opuesto reflejar el macho alfa (sin oler a mariconería como acaban de decir en

el vaticano) o en cualquiera de sus formas pretender ser algo que no soy y me aleje de mi personalidad, no voy a poder hacer lo que mejor sé hacer. No estaré en condiciones de liberar mi máximo potencial, y hacer lo que verdaderamente me corresponde.

Los desafíos para las comunidades LGBTQ+ dentro de los corporativos siguen siendo una realidad. Sigo escuchando “hacer evento de pride ¿no es too much?” o “por qué si ellxs siguen sin comunicarlo, ¿tenemos que hablar de eso nosotros?” o incluso confundir la misoginia con la homofobia (¡las dos terribles!). Lo cierto es que la mayoría de los corporativos hemos avanzado mucho en términos de DEI, tenemos políticas

globales y locales comunicadas desde el día uno, los buenos líderes disponen ejemplo, intención y tiempo sobre las agendas de los grupos de afinidad y los colaboradores pertenecientes a las comunidades reciben apoyo, generan iniciativas y plantean nuevas reglas. Más allá del poster de cultura colgado, estamos evolucionando y eso se ve reflejado en la sociedad.

Pero también como sociedad debemos mejorar, y la invitación es al individuo, a cada uno de nosotros. A escuchar posturas distintas, a preguntar con amor las dudas que tengamos y también a provocar, sí a provocar la empatía, porque todos hemos presenciado situaciones donde naturalmente no se está dando y requerimos ser más valientes para poner altos, para no reírnos del chiste homofóbico, de escuchar “que desperdicio”, de cuchichear “sí se le nota”. Necesitamos ser más intencionales e incluyentes, ser esa persona que converse, invite y genere espacios de apertura. Necesitamos posters de cultura ambulantes por la calles que habiliten a nuestro entorno.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.