Por Fredel Romano
Escribir sobre depresión es un desafío constante para mí. Esta es, posiblemente, la quinta vez que intento sentarme a escribir sobre mi depresión.
Dentro de mí hay una urgencia por expresar estas emociones, pero la energía y la voluntad no siempre me acompañan; muchas veces, ni siquiera puedo comenzar abriendo la computadora, pero si estás leyendo este artículo es porque, finalmente, lo logré.
Las personas que padecemos depresión sabemos que, aunque no siempre nos acompaña, es una lucha constante, que es como una sombra que siempre parece regresar. Cuando no está presente, nuestra vida transcurre sin ese peso adicional, con sus altas y bajas usuales, con sus felicidades y tristezas normales.
En mi caso, cuando la depresión se ausenta, logro disfrutar al máximo de la vida, de mí misma y de mis seres queridos; logro crear y emprender proyectos maravillosos y puedo dar lo mejor de mí a los que me rodean; me siento plena y soy altamente trabajadora, creativa, valiente, decidida e innovadora, tanto así, que es difícil creer que soy la misma persona.
Menciono esta realidad de inicio porque considero que es crucial concientizar en que la depresión no es una característica de la personalidad de quienes la padecemos, es una enfermedad y todos somos mucho más que los padecimientos por los que llegamos a atravesar.