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Por Fredel Romano

Las emociones han sido un tema de interés filosófico desde la antigüedad, y diversos filósofos han explorado su naturaleza, su razón de ser y su influencia en la vida humana. En nuestras emociones radica un poder inmenso, y estamos poco acostumbrados a nutrir nuestra experiencia de vida a partir de ellas. Pienso que los dos factores principales por los cuales no lo hacemos, son el deseo de control y el miedo a la intensidad.

El deseo de controlar nuestras emociones proviene de la necesidad de tener un buen comportamiento social y así lograr ser parte del grupo al que pertenecemos. Sin embargo, nos hemos confundido y no logramos diferenciar del todo entre el control de nuestras acciones a partir de lo que sentimos y el deseo de controlar lo que sentimos. Estas son dos cosas completamente diferentes e independientes. No obstante, las hemos mezclado, lo cual nos lleva a querer controlar lo que sentimos más allá de si actuamos en consecuencia o no. Y ahí radica nuestro principal problema en nuestra relación con las emociones. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.