Por Fredel Romano Cojab

Hablar del miedo a ser felices puede sonar como un sinsentido, pero para quienes se han adentrado en el trabajo introspectivo, esta idea deja de ser absurda y se revela como una paradoja emocional profunda. Muchos lidiamos constantemente con el miedo a ser felices. La resistencia a experimentar la felicidad no solo existe, sino que, en muchos casos, es intensa y enigmática, pues si la felicidad se convirtiera en nuestro estado permanente, ¿qué ocurriría?, ¿cuál sería el propósito de la vida?; si todas nuestras experiencias estuvieran marcadas por la dicha continua, ¿qué sentido tendrían los desafíos y nuestras luchas?

Durante años, he cuestionado mi propia resistencia a la felicidad y me he dado cuenta de que, a menudo, no era más que un reflejo de un entendimiento equivocado sobre lo que implica ser verdaderamente feliz; asocié la felicidad con la ausencia de obstáculos y desafíos, y este malentendido se tradujo en una visión plana y perfeccionista de la vida. Creí erróneamente que la felicidad era un estado homogéneo y monótono que, como tal, resultaba aburrida e, incluso, aterradora.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.