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Por Frida Mendoza
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Por qué no denunciaste antes, por qué no hablaste, por qué hasta ahora, por qué. Qué hostigante es leer una y otra vez en redes sociales estas preguntas en respuesta a una persona, principalmente mujeres, que denuncia violación, acoso, hostigamiento sexual o algún tipo de violencia laboral.

Este ciclo odioso llegó a las notificaciones de María Elena Ríos luego de que publicara en su cuenta de Twitter que “es difícil hablar del abuso emocional y de poder de un depredador sexual que es amado en el mundo por interpretar a un personaje de una película como Tenoch Huerta”.

Ella misma respondió horas después que si había tardado en decirlo, era porque tenía un proceso. Pero no solo eso, María Elena dijo que “temía que hubiera quienes se resistieran a creer que Tenoch fuera un abusador” acompañado de capturas de pantalla que evidencian a personas que la amenazaban de manera violenta y exigiendo que se callara.

Leer una historia como la de María Elena es abrumador, porque para quienes no la conozcan, ella vivió un intento de feminicidio en una expresión brutal y dolorosa al ser atacada con ácido, sigue en el proceso de exigir justicia y que todas las personas involucradas en el ataque paguen, y ahora, nuevamente se vulneró al denunciar acoso sexual.

El caso de Elena debería de ser arropado, tratado con cuidado, desde la empatía y privilegiando lo que ella tenga que decir y sé que hay muchísimas colegas brillantes que todos los días buscan este cometido.

Tal vez lo diremos una y otra vez, pero no podemos  seguir cuestionando a una mujer que alza la voz para denunciar la violencia que pasó cuando vivimos en un México de 10 feminicidios diarios, un México que según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) realizada por el Inegi, el 70% de las mujeres mayores de quince años han vivido una situación de violencia.

El caso de Maria Elena es mediático y terrible desde cada uno de los ángulos que veamos porque es cruzado por la violencia institucional, feminicida, sistemática, capacitista, racista y patriarcal que hay en nuestro país, pero esta misma violencia atraviesa a muchas más mujeres que a veces la misma Malena u otras activistas acompañan, ¿pero qué pasa con todos esos casos que no escuchamos?

Ese “¿por qué no habías denunciado?” se lee a través de la cifra negra. La misma Envipe subraya que únicamente se denunció el 10.1% de los delitos en 2021. Tenemos un universo de violencia sin denunciar y no hay un hilo negro por descubrir.

No se denuncia porque los procesos son revictimizantes. No se denuncia porque el Ministerio Público tiene tiempos que la vida a veces no dan y hay que trabajar. No se denuncia porque el personaje en cuestión tiene poder. No se denuncia porque “para qué, si al final no va a pasar nada”.

Lo hemos vivido con el MeToo, cuando denuncias en redes sociales de todo tipo surgieron. Acoso laboral, sexual, hostigamiento, violación. “No fui yo, es una calumnia, quienes me conocen saben que no me atrevería, procederé legalmente, me estoy deconstruyendo”, fueron en general las respuestas.

Y a un lado de este proceso estuvimos los medios. Que si la nota es viral, que si hay que mantener la cobertura, que si no tienes ética por privilegiar lo que dice la víctima y no lo que dice la Fiscalía que la culpa, que si no hacemos una cabeza clickera “el tema se muere”.

¿Qué tanto abonamos desde el periodismo a mantener una narrativa en la que si se denuncia tarde o si no se denuncia la violencia no cuenta? ¿Cuál es la necesidad de publicar inmediatamente sin pensar qué puede ser mejor para el caso, o mínimo, para comprenderlo?

El poder ha seguido por parte de quienes acosan, de quienes violentan. Quienes son detractores de algún personaje buscan beneficiarse de lo cíclico. Todxs buscan beneficio para sí, nunca para la víctima.

Me encantaría, obviamente, que no tuviéramos que estar hablando del caso de una víctima que nuevamente vive violencia. Pero sería interesante que cuando ocurriera, en vez de estar inmersxs en un ambiente de viralidad, clicks e inmediatez, pudiéramos detenernos, procesar y acompañar, cada quien desde su trinchera, a los casos. Pensar muchas formas de reparación, de detener el abuso de poder, de sostener a las víctimas que se vulneran al publicar su historia. Tal vez así veríamos cada vez menos un “¿por qué no denunciaste antes?”.

María Elena, estamos contigo.

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@FridaMendoza_

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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