Por Graciela Rock, directora de La Cadera de Eva, un espacio periodístico sobre temas de género y equidad
La muerte de le magistrade Jesús Ociel Baena y Dorian Daniel Nieves Herrera ha puesto en el foco dos conversaciones profundamente necesarias en México. Por un lado, la actuación de la Fiscalía y las autoridades en los casos de violencia contra personas de grupos vulnerizados (LGBTTTIQ+, mujeres, personas migradas, pueblos originarios, personas en situación de calle) y por otro, el manejo mediático, tanto de prensa como en redes sociales.
Apenas algunas horas después del hallazgo, el fiscal general de justicia de Aguascalientes, Jesús Figueroa, informó: “encontramos en el cuerpo de le magistrade 20 heridas, de esas 19 son superficiales con navajas de rasurar, una de las heridas es la mortal que es la provocada en la yugular”, y añadió: “es una hipótesis poco creíble”; estas declaraciones al vapor se realizaron antes de contar con resultados periciales y antes de que las familias fueran informadas correctamente.
La teoría de que a Jesús Ociel Baena le mató Dorian Daniel Nieves fue acompañado por especulaciones respecto a una supuesta discusión entre la pareja, que habría desencadenado el ataque, catalogándolo de “crimen emocional”. El término de crimen emocional, o crimen pasional, no existe en ninguno de los códigos penales -locales o federal- de México. El término, una especie de dogwhistle, es utilizado usualmente para descartar la necesidad de investigaciones más detalladas en casos de feminicidio, crímenes de odio o violencia de género. La familia de OcielBaena rechazó esta conclusión, y recordó que días antes le magistrade había recibido amenazas de muerte debido a las cuales contaba con protección por parte del Estado de Aguascalientes, aunque no formaba parte del Mecanismo de Protección federal.
La actuación revictimizante de la Fiscalía abonó a una digna rabia, ya profunda, ante el problema estructural de la manera en que las autoridades mexicanas atienden casos de feminicidio y crímenes contra la comunidad LGBTTTI+, recientemente representado por los casos de Debanhi Escobar, Ulises Nava, Ariadna Fernanda López, Lesvy Berlin o Natalia González. Ya en 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado mexicano al determinar que en el caso “Campo Algodonero”, las autoridades mexicanas minimizaron la desaparición de las mujeres con comentarios discriminatorios en razón de su género y edad, que fueron indiferentes a las denuncias de los familiares y que no investigaron diligentemente; así mismo, que la investigación de los asesinatos sufrió falta de precisión, poca rigurosidad, fabricación de culpables y falta de seguimiento de otras líneas de investigación. ¿Cuántas de estas fallas continúan cometiendo las fiscalías mexicanas? Evidentemente, demasiadas.
Por otro lado, en los medios de comunicación, el caso de le magistrade avanzó el debate sobre uso de pronombres neutros hasta hacerlo un pulso real sobre el papel y compromiso de la prensa ante el respeto de las identidades diversas. Desde malgenerizaciones refiriéndose a Jesús Ociel en masculino o el uso de entrecomillados para resaltar una otredad, hasta cuestionamientos abiertos sobre su identidad. Muchos medios hicieron un esfuerzo válido pero insuficiente de utilizar el término magistrade, pero referirse continuamente en masculino; o utilizar pronombres neutros pero replicar mensajes revictimizantes y violentos expresados por autoridades y personajes públicos. En la búsqueda por obtener lecturas o relevancia, medios, políticos y “famosos”, utilizaron sin ningún reparo información e imágenes filtradas por las autoridades, algunas de un nivel de violencia brutal. ¿Cuántos likes vale la ética o la empatía humana?
El caso de Jesús Ociel puede representar un parteaguas ante la forma en que desde los medios hablamos y reportamos sobre la comunidad LGBTTTI+ y las violencias que viven, de reconocer la responsabilidad que tenemos. En todo caso, debe ser una oportunidad de reflexión social sobre qué voces escuchamos, qué espacios les permitimos ocupar a quienes monetizan frente al dolor y el horror. Reflexionemos.
Descansa en poder, Jesús Ociel Baena.
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