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Por Greta Lucero Ríos Téllez Sill
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Soy Greta Lucero Rios Tellez Sill, y trabajo por México.

La historia de mi transformación inició cuando yo tenía dos años, en 1985, que fue cuando ocurrió el terremoto que casi destruyó la Ciudad de México. Aunque no recuerdo todo lo que pasó, mi percepción del mundo cambió. Entendí lo frágil que es la vida y por lo que me cuentan y he visto en los medios, me quedó muy claro el poder de las personas que trabajan juntas para hacer cosas positivas.

Aunque muchas personas no lo crean, reconozco que en la adolescencia fui tímida, no me gustaba hablar en público. El cambio comenzó cuando cursaba la secundaria y mi escuela fue invitada a participar en Model United Nations (Modelo de la Organización de las Naciones Unidas ‘ONU’). 

Entre las actividades que teníamos que hacer como estudiantes estaba hablar en público, así que tuve que superar mi miedo y la pena. Un gran reto para una joven tímida como yo. Resolver los problemas más grandes del mundo me ayudó mucho, hablar por los demás fue y es el impulso que necesitaba para hablar fuerte y claro.

Mi participación en el Modelo de la ONU fue todo un éxito. Recibí felicitaciones de compañeras y compañeros que nunca había visto. Me enganché, hoy dirían que me empoderé y a partir de ahí comencé a liderar a un grupo de estudiantes. 

Con 17 años me convertí en coordinadora del Modelo de la ONU en mi escuela.

Un año después, cuando entré a la universidad, me di cuenta que ahí no trabajaban con la ONU, no había ningún grupo de estudiantes haciendo algo para resolver los problemas sociales de la comunidad y el mundo. Una gran oportunidad apareció y la tomé. Haciendo uso de mi experiencia en la secundaria me puse en contacto con los organizadores del Modelo de la ONU.

Por la naturaleza del programa, ellos abrieron los canales para que creáramos un grupo de estudiantes y así organizar el Modelo de la ONU en la universidad. Como era algo completamente nuevo, tuve la oportunidad de moldear cada regla y objetivo del grupo de acuerdo con los criterios y preferencias. Por ejemplo, ningún maestro o autoridad escolar tuvo voz en las decisiones del equipo, que fueron tomadas al 100 por ciento por los estudiantes.

Lo que comenzó como una idea audaz para desafiar mi propia introversión, pronto se convirtió en una gran revolución para la universidad. Alrededor de 300 estudiantes participaron en la primera simulación que fue todo un éxito, seguida de 50 conferencias con el Modelo de la ONU de las que fui organizadora ese año y los años siguientes.

El modelo se convirtió en lo más importante que estaba haciendo. En ese momento mi pasión por ayudar a los jóvenes a tomar conciencia de los problemas del mundo y a poner en práctica su creatividad fueron y son hoy mi prioridad. 

Después de cursar mi Maestría en Relaciones Internacionales en Ginebra, Suiza, regresé a México y trabajé en la Unidad de Promoción y Defensa de los Derechos Humanos en la Secretaría de Gobernación, fui testigo y aprendí de las perspectivas dentro de los derechos humanos mexicanos. Vi los beneficios y la importancia de participar en la democracia, especialmente como vehículo para el cambio y mi experiencia en el sector público me llevó a trabajar en una tesis fundamental: los derechos humanos, las relaciones internacionales y el desarrollo positivo, mismos que comienzan con el empoderamiento de los jóvenes, para que el estado de derecho se convierta en la única regla.

En 2018, cuando el nuevo Congreso planeó reemplazar la Ley de Participación Ciudadana de 2004 en la Ciudad de México, supe que tenía que abogar por una mejor legislación. Pues esta ley garantiza que los ciudadanos puedan proponer y votar en qué se debe gastar el 3% del presupuesto público de la ciudad, además de regular los consejos ciudadanos en el sentido de que los representantes vecinales puedan trabajar como enlaces entre el gobierno local y los ciudadanos.

En conjunto con mi equipo de trabajo redactamos una nueva ley y al no llegar a un consenso, el Congreso decidió que se elaborara una nueva, lo que se tradujo en una amenaza para la democracia de nuestro país. Si se aprobaba, los ciudadanos perderían su voz.

En ese momento tomé cartas en el asunto e inicié un proceso jurisdiccional contra esta modificación. El caso llegó a un tribunal federal y gané, ganamos. El Congreso se vio obligado a elaborar una nueva ley y, en un plazo de diez días se aprobó y promulgó una nueva que restableció los derechos de los ciudadanos de la Ciudad de México.

En nuestro país es común que los derechos humanos se vean obstaculizados por políticas corruptas, leyes enrevesadas y problemas sistémicos, pero creo totalmente que esto puede cambiar. 

Actualmente soy becaria de Ashoka México, y encamino a los jóvenes hacia una participación política y cívica más activa desde OLLIN, organización que fundé en 2011 con la misión de posicionar el tema de juventud en la agenda nacional.

Originalmente en OLLIN trabajamos por la inclusión de jóvenes en la gobernanza de México, pero la organización ha crecido de tal manera, que hoy nuestra misión es luchar por un país con instituciones, ciudadanos y una democracia más fuerte. 

Desde OLLIN hemos logrado que miles de jóvenes participen en sus comunidades, hemos apoyado programas innovadores de presupuesto participativo (PP) a gran escala en varias ciudades de México y hemos coordinado la investigación y monitoreo para que el gobierno rinda cuentas. Gracias a ello, OLLIN recibió el reconocimiento a la innovación democrática en el 2023.

Para mi es importante que las personas se conviertan en líderes en la sociedad y especialmente en las políticas públicas.

Desde joven aprendí que el mundo cambia de manera constante y hoy más que nunca es necesario que la sociedad reconozca su poder como agentes de cambio. 

Contemos más historias que inspiran. #YoCreoUnMéxicoMejor

Fuente: A Favor de lo Mejor

Con información de: Ashoka México

Contacto:
greta@peoplepowered.org

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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