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Por Heredera Romanov

En lo más alto de un reinado sin nombre, dentro de un palacio que destilaba tanto opulencia como decadencia, los aposentos del rey resplandecían con el brillo engañoso de la grandiosidad perdida. Dorados envejecidos, tapices que contaban historias de victorias antiguas, y un lecho tan grande que parecía un campo de batalla.

 En medio de este esplendor moribundo, yacía el rey, un hombre de setenta años cuyos ojos habían visto más días de los que le quedaban por delante.

Al despertar, el sol penetraba débilmente a través de las gruesas cortinas, bañando la habitación con una luz tenue que parecía temerosa de revelar demasiado.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.