Por Irene Treviño Frenk, médico especialista en Neurología, labora en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición "Salvador Zubirán" y en el Centro Médico ABC.
No me considero experta en feminismo. Mi aproximación a este tema es a lo mucho circunstancial, secundaria a algunas adversidades que he vivido en relación al tema. Me resulta un tanto incómodo escribir sobre un tema en el que tantas personas han sido virtuosas, investigadoras y especialistas. Sin embargo, me dicen que los testimonios y la visibilización son importantes.
Recientemente comenté sobre una situación cotidiana en mi lugar de trabajo que para mí es un ejemplo del “micromachismo”: el que a mis colegas hombres los llamen siempre por su apellido y a mi por mi nombre de pila. Uno podría pensar que resulta de una mayor familiaridad o percepción de cercanía: “yo soy Irene, él es el Dr. XXXX”. ¿Qué responden cuando les pregunto por qué a ese hombre le llamas por su apellido? “Por respeto”. Las conclusiones son obvias.
Si bien es indudable la sorpresa o molestia que una mujer podría sentir con esta situación, más alarmante resulta la respuesta de la “comunidad” cuando esta situación la hace visible en redes sociales. La magnitud de la violencia ha sido abrumadora. “Exagerada, “loca”, “malcogida”, “vagina seca”, “lesbiana”, “ardida”, “pffff”, “insatisfecha crónica”, “búscate un problema real”, “conflictiva”, son solo algunas de las descripciones de la gente, hombres y mujeres, profesionistas y colegas algunos de ellos.
¿Cuál es la primera reacción? “Mejor lo borro, ya no lo voy a leer, no responderé”. Me insisten en que la visibilización es importante.
En 1974, la famosa artista Marina Abramovic ejemplificó esta situación magistralmente en el performance “Rhythm 0”: durante varias horas estuvo sentada inmóvil, a merced de lo que el público quisiera hacer con su cuerpo. Al lado de una mesa con 72 utensilios, la artista permaneció de pie e inmóvil durante 6 horas con esta instrucción: “Pueden usarse sobre mí como se quiera. Yo soy el objeto.” ¿Cuál fue el resultado?: “Primero fueron pacíficos y tímidos, pero rápidamente escaló hasta la violencia”. "Lo que aprendí fue que si dejas la decisión al público, pueden matarte.” Aparentemente la naturaleza humana es violenta.
Entonces, ¿tiene caso seguir señalando la desigualdad con la que vivimos las mujeres? ¿La violencia que se genera a la más mínima provocación no es contraproducente? Sin duda son técnicas disuasorias. Afortunadamente cada vez hay más espacios para expresarnos y narrar estas desagradables experiencias. Si la represión es inevitable, la visibilización es fundamental.
IG @neuro.it
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
Comments ()