Por Jennifer Seifert*
¿Conoces esa sensación de estar en tu coche, está cayendo una tormenta y de repente entras a un túnel y se hace un silencio inmediato; alcanzas a sentir un poco de paz, de tranquilidad; pero sales del túnel y la lluvia pega un poco más fuerte, hace mucho más ruido y parece que nunca se detendrá?
Así es la violencia vicaria, un día despiertas sin el más mínimo aviso (o eso piensas, pero en realidad las banderas rojas siempre estuvieron) y te das cuenta que la violencia de la que tanto te trataste de alejar y de alejar a tus hijos solo estaba escondida en una esquina oscura, esperando el momento exacto para abalanzarse y atacar con una fuerza que nunca imaginaste. Ese día te das cuenta que regresó la violencia para quedarse y ahora es a través de tus hijos, mediante una sustracción.
Haces un recuento de todo para tratar de entender qué hiciste mal y en qué momento te equivocaste. En ese instante te llegan a la mente recuerdos de la violencia que tuviste que soportar, las amenazas constantes de quitarte a tus hijos, repasas una y otra vez la frase: “si no quitas la denuncia, te vas a arrepentir” y visualizas a las perfección las cosas terribles que les deben de estar diciendo de ti a las personas que más amas en este mundo. Ahora luchar contra esta violencia es diferente porque ya no tienes a tus hijos cerca para protegerlos y además es una violencia que no puedes ni siquiera explicar a las autoridades por que no tiene nombre.
En ese momento es cuando empiezas a vivir un duelo diario, pasas por todas las fases, tu vida se judicializa, no alcanzas a ver la luz; y en ese túnel en el que sentías un poco de paz y tranquilidad solo queda el silencio. Un día llegas a la quinta fase de tu duelo, la aceptación y más que dar ese paso para “seguir adelante” te das cuenta que la única manera de salir es atravesando el infierno que estás viviendo para salir del otro lado.
Y para atravesar el infierno tienes que ver, escuchar, aprender y entender todo lo que hay a tu alrededor y es cuándo decides verdaderamente empezar a luchar, haces público tu caso, las mujeres se acercan y se unen, YA NO ESTAMOS SOLAS, vemos un modo de operar terrible y recurrente, investigamos y damos con especialistas, aprendemos y estudiamos más, le damos nombre a nuestra violencia; a nuestro dolor y se da a conocer en México la violencia vicaria.
Y sin querer abrimos una puerta que había estado muy bien protegida por autoridades, abogados, servidores públicos, agresores, cómplices, entre tantas otras personas y descubrimos las entrañas, la podredumbre, la inmoralidad y la corrupción del sistema de “justicia” en México y lo que hay detrás de una de las violencias más crueles que pueden existir hacia una mujer, niña, niño o adolescente. Abriendo esa puerta y en el camino a la búsqueda de la justicia es que se nos presenta la oportunidad de poder trabajar en una iniciativa de ley.
Con la cabeza más clara que nunca, entendiendo lo más que podíamos en ese momento trabajamos nuestra primera iniciativa local y federal; de la mano de proyectistas, abogadas, senadoras, diputadas y las más importantes de todas, junto con todas nosotras las víctimas y sobrevivientes de la violencia vicaria.
Dejamos a un lado nuestras vidas, nuestros trabajos inclusive a nuestras familias para enfocarnos en trabajar día y noche estas iniciativas y dar seguimiento puntual a nuestras vidas judicializadas. Viajamos a casi todos los estados de la república, nos reunimos con cualquier persona que nos abriera la puerta para hablar de esta violencia. Escucharon nuestros casos, abrieron sus corazones y en este camino no solo encontramos aliadas reales, sino más sobrevivientes de la misma violencia que sintieron que era momento de romper el silencio.
En esta misma experiencia también tuvimos la mala fortuna de toparnos con personas que solamente nos quisieron usar, que se quisieron aprovechar así como con personas que hasta de muerte nos amenazaron y siguen amedrentando hasta la fecha con la única finalidad de callarnos.
Generamos una conversación y un movimiento tan fuerte que traspasó fronteras y es dónde vimos el panorama completo; el mundo entero nos está fallando a las mujeres y a nuestras hijas e hijos. Y la aprobación de la Ley Vicaria es un pequeño primer paso en el camino correcto, no resuelve la problemática, pero para trabajar en la prevención y erradicación de una violencia tenemos que saber a lo que nos estamos enfrentando y hoy ya no caminamos a ciegas, hoy la violencia que vivimos tiene nombre y apellido y ¡YA ES LEY!
*Jennifer Seifert, co-fundadora del Frente Nacional contra Violencia Vicaria
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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