Por Jessica Rodríguez
Mucho se ha hablado del proceso judicial en el que se encuentra Dani Alves, ex jugador del Barcelona y de los Pumas de la UNAM. Este caso ha llamado la atención no sólo porque el futbolista es un personaje internacionalmente reconocido en el mundo del deporte, también porque pareciera que la justicia se posiciona del lado de la víctima, algo que en el imaginario feminista ocurre en pocas ocasiones.
Desde el mes de enero, el jugador brasileño se encuentra en prisión preventiva debido a que fue acusado de agresión sexual por una joven de 23 años. La joven alega que la noche del 30 de diciembre de 2022 ella fue atacada y abusada sexualmente por el brasileño en los baños de un club nocturno de Barcelona.
¿A quién se le ocurriría que un jugador de tal fama y poder económico podría encontrarse tras las rejas en un proceso judicial tras ser acusado de violación? Esto ha sido gracias al protocolo “No callamos”. que muestra el paso a paso que deben realizar los clubes nocturnos y festivales en caso de presenciar posibles agresiones sexuales.
Muchos gobiernos realizan leyes y normas que buscan proteger a las mujeres de la violencia sexual, sin embargo, el caso barcelonés resalta no sólo por haber pasado de la teoría y legislación a la práctica, sino también por la visión feminista con la que se encuentra elaborado.
La perspectiva de género con la que cuenta “No callamos” se evidencia de forma inmediata. Si bien, reconoce que la violencia sexual también puede victimizar a hombres, recalca que somos las mujeres quienes somos más susceptibles y vulneradas por la violencia sexual, la cual, a su vez es ejercida en su mayoría por hombres.
El protocolo pone al centro a la víctima y a la prevención. Es un documento que busca evitar la revictimización al no obligar a las víctimas a realizar una denuncia y reconoce lo complicados que estos procesos pueden ser. Asimismo, éste incluye como su primer componente a la prevención. No busca actuar únicamente cuando la persona ha sido víctima, también se plantea que el personal tome acciones ante posibles hechos violentos y acoso.
Es así que, través de esta política pública, el ayuntamiento de Barcelona insta a los lugares de ocio nocturnos a no solicitar a sus clientes una vestimenta en particular de acuerdo a si eres hombre o mujer para poder entrar, a no diferenciar el pago de cuotas de entrada a los lugares por la misma razón y tampoco ofrecer bebidas alcohólicas extras o gratis únicamente a las mujeres. Todo esto no sólo hace una afronta a la discriminación también abona al discurso feminista evitando convertirnos a las mujeres en objetos de acoso sexual.
Es así como el protocolo pone sobre la mesa el disfrute y la libertad en el centro, en donde evita que las mujeres sean vistas como la doncella a rescatar, y las reconoce como personas con derecho a salir a las calles, a la vida nocturna y a la vida sexual. “No callemos” rompe con los paradigmas del patriarcado al no juzgar a las mujeres por su vestimenta ni justificar actos violentos por la forma de vestir, por ingerir alcohol, por el simple hecho de salir de casa a divertirse.
El caso de Dani Álves ha mostrado a Barcelona como una ciudad que forja su camino hacia el feminismo, con un protocolo que funge como herramienta en contra de la violencia machista, como una ciudad aliada de las mujeres para que ocupemos los espacios nocturnos y de diversión, necesarios también para una ciudad igualitaria.
“No callamos” nos invita a hacer ruido, a hablar de lo incómodo, a hacer reaccionar a las autoridades. Barcelona nos ofrece una opción real con perspectiva de género, en donde el silencio y la vergüenza ya no son las únicas herramientas con la que contamos las mujeres ante las agresiones sexuales.
Este caso desde lo local es una oportunidad para lo internacional. La capital catalana nos muestra una política pública real, con acciones en la mesa y visión feminista que sirve como ejemplo y aprendizaje para que todos aquellos gobiernos que se desean llamar feministas de verdad lo sean. Si bien, contar con sólo un protocolo no es suficiente, el llamado urgente para eliminar la violencia machista ya está aquí y los gobiernos no pueden seguir haciendo oídos sordos al problema.
Es momento de continuar dando pasos para romper el miedo a defendernos, a formar alianzas. Es momento de seguir presionando y que los agresores sepan que las mujeres ya no callamos.
Jessica Rodriguez es especialista en desarrollo sostenible con enfoque en género, desigualdad, y cooperación internacional. Cuenta con Licenciatura en Relaciones Internacionales por la UNAM, y Maestría en Estudios de Desarrollo en la Universidad de Sussex. Ha trabajado en la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y ONU Mujeres. Actualmente, colabora en Devex, y es asociada del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (PJ COMEXI).
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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