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Por Jimena Cárdenas, fotógrafa mexicana apasionada por contar historias a través de su lente. Desde pequeña se involucró  en los medios y a seguir su pasión de una manera más dedicada. Para ella tomar  fotos es contar la verdad,  captar un momento, hacerlo infinito, revivir una realidad para transmitirla y compartirla.
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Hace cuatro años empecé en el mundo de la fotografía; principalmente me dedico a temas de la naturaleza: paisajes, aves y animales. Me encanta la adrenalina y disfrutar del placer más grande que la vida nos puede dar que es la naturaleza, un amanecer o un atardecer.

Confieso que estos días que estuvo activo el Popocatépetl tuve una de las experiencias más impactantes, divertidas y, a la vez, cansadas de mi vida. Tuve esa cosa llamada suerte de estar presente en un espectáculo mayúsculo natural.

Después de  publicadas mis fotografías, recibí una invitación para escribir mi experiencia de ver a ese señor activo. Lo vivido lo lo cuento aquí:

Llegué al punto a las 6 de la tarde y me tocó una tormenta; alrededor de las 10 pm se esfumó. Eso es fue  experiencia increíble: por lo general el clima en las montañas es impredecible, aunque existen apps para poderte dar una aproximación del clima, la realidad es que en la montaña todo cambia constantemente; habían momentos muy nublados y algunos más despejados y ya alrededor de las 2 am tuve la fortuna  de vivir la magia de una erupción y poder ver la lava del volcán.  Desde ese momento el Popocatépetl  tuvo gran actividad y logré captar con mi cámara el espectáculo que nos dio esa noche a quienes estuvimos cerca.

Cuando uno está en la montaña a esa altura “nos pega”, porque son niveles muy altos a los cuales no estamos tan acostumbrados y nos da algo llamado mal de montaña o de altura, en esta ocasión tuve la suerte de que no me ocurriera a pesar de que en otras experiencias si me ha pegado.

Lo que ayudará resumir en esta columna, es que para lograr estas fotografías no se puede dormir, ya que el mejor momento para captar la lava es por las noches pues la sensibilidad de las cámaras para captar la incandescencia es nocturna; por eso que uno debe  estar atenta a cada momento, como un cazador atento a su presa, como un sobreviviente al naufragio atento a la más mínima visión de la costa,

Lo que vimos en esa noche increíble fue sentir a la Tierra, al planeta manifestándose, dando de sí su existencia y su gran poder.

Fue el frío más fuerte vivido; el espectáculo más fuerte vivido, la noche más surreal vivida.

A pesar de la primavera, el clima gélido nos sorprendió,


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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