Por Leticia Robles de la Rosa
Morena como gobierno, como partido y como bancada en el Senado hizo el trabajo que hace todo interesado en una reforma: conquistar voluntades para lograr los votos que necesitaba en la decisión presidencial de concretar la reforma al Poder Judicial.
Es tan antigua como el parlamento mismo.
En México, por ejemplo, hace 100 años, ante la resistencia de los Delahuertistas por aprobar los tratados de Bucareli, a través de Luis N. Morones, el presidente Álvaro Obregón mandó a matar al senador Francisco Field Jurado y a secuestrar a dos senadores: Ildefonso Vázquez y Francisco Trejo. Desde la tribuna del Senado, el 25 de enero de 1924, el senador Vito Alessio Robles acusó a Obregón y Morelos de estos hechos que permitieron a Obregón concretar los tratados de Bucareli.
El problema es la traición a sus partidos y a sus electores de los cuatro senadores que votaron como oficialistas, cuando fueron electos como opositores.
¿El saldo?
¿Quién en su sano juicio puede confiar en militantes sin convicciones y puros intereses?
Los relatos que comparten senadores del oficialismo varían en los ofrecimientos que se hicieron a los dos perredistas, Araceli Saucedo y Jesús Sabino, pero coinciden que sus triunfos estaban pactados con Morena desde antes de que iniciaran las campañas.
Y hasta los dirigentes del PRD en ambas entidades dan cuenta de la forma en que sus correligionarios fueron invitados a pasarse al lado del oficialismo.
Octavio Ocampo, de Michoacán, ya explicó que la incorporación de Araceli Saucedo la caloca en la ruta de la candidatura a la gubernatura, al concluir el gobierno de Alfredo Ramírez Bedolla y, según él, fue la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, quien tuvo el acuerdo con Saucedo, aunque en Michoacán y entre los senadores morenistas, el relato es que el propio gobernador y la dirigencia nacional de Morena fueron fundamentales para el acercamiento con Araceli Saucedo.
Juan Manuel Fócil, quien hoy repudia abiertamente a Sabino, relató que fue Adán Augusto López Hernández, coordinador de los senadores de Morena, quien negoció con Sabino y la convenció de pasarse al oficialismo.
El relato en torno a la manera en que Daniel Barreda, senador de Movimiento Ciudadano por el estado de Campeche ayudó a Morena con su ausencia, pactada desde antes de que iniciativa el nuevo Senado el 1 de septiembre, involucra a Eliseo Fernández, titular de la primera fórmula al Senado, pero que fue destituido por el INE, porque tiene una orden de aprehensión activa por enriquecimiento ilícito y desvío de recursos.
De acuerdo con la versión de los propios morenistas, la ausencia de Barreda fue acordada para que Morena mitigue el proceso judicial en contra de Fernández.
Senadores del oficialismo relatan que la ayuda de los Yunes fue una sorpresa para ellos, porque fue dialogada por integrantes del primer círculo de poder de Morena, tanto con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, como con el equipo de Claudia Sheinbaum; es decir, no hubo involucramiento alguno ni del gobernador, ni de los dirigentes de Morena ni de Adán Augusto López Hernández.
Pero más allá de estos cuatro casos públicos, legisladores de Morena hablan de otros senadores de la oposición, del PRI, que estaban a punto de ayudarles, como efecto de una negociación con Alejandro Moreno Cárdenas.
Y en ese relato incluyen a Ángel García Yáñez, a quien amenazaron con activarle una denuncia por crimen organizado; Miguel Ángel Riquelme, de Coahuila y Melly Romero, de Colima, a quienes los buscaron gobernadores y ex priistas que hoy están con Morena; y Cynthia López Castro, de la Ciudad de México, a quien relacionan en pláticas directas con la Secretaría de Gobernación.
Pero el voto de los senadores del PRI fue en contra y con ello provocaron que ese relato quedara sin sustento en la realidad.
El PRI, sin embargo, no salió librado de la traición. Toda su bancada en el Congreso de Durango; la de Oaxaca y una integrante del Congreso del Estado de México, ignoraron la línea del partido y votaron en favor de la reforma.
Ah, la ambición política que acabó con las convicciones partidistas.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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