Por Liliana Alvarado, Directora General de Ethos Innovación en Políticas Públicas.
Una de las decisiones más importantes de mi vida adulta fue no ser madre. No obstante, el amor más parecido al de una madre lo he experimentado con los hijos de mi única hermana. Ellos nacieron y han crecido fuera del país y, como parte de su educación, no sólo se les ha enseñado el idioma español, sino también todo lo relacionado con la cultura mexicana. Afortunadamente, esto ha generado que el viajar a México, una vez al año, no lo vean como una obligación, sino que cada viaje se planea con mucha ilusión.
Recientemente tuvimos la oportunidad de pasar unos días juntos en los alrededores de Cancún, por lo que lugares como Tulum o Playa del Carmen fueron una parada obligada. Al averiguar detalles sobre nuestra travesía a Playa del Carmen, no pude evitar hacer preguntas como: ¿es seguro ir?, ¿podemos transitar por la carretera a cualquier hora del día? No había acabado de formular estos cuestionamientos cuando ya me estaba reprochando por haberlos hecho frente a mis sobrinos. En ese momento pensé que lo que menos quiero es que ellos, en algún momento de su vida, se sientan inseguros o tengan miedo de venir a México.
Ya en el camino, la más pequeña preguntó: ¿Mamá, por qué hay tantos militares en la carretera?, a lo que mi hermana contestó con muchos titubeos, “nos están (pausa)…Cuidando”. Sin añadir absolutamente nada, me quedé pensando ¿cuidando? ¿realmente nos sentimos protegidos por los militares?, ¿acaso han tenido algún avance en el combate al crimen organizado? Al poco tiempo decidí dejar de darle vueltas a la cabeza.
Antes de hacer un recorrido en nuestro destino, “los niños” (como cariñosamente me refiero a ellos) pidieron parar en una tienda de autoservicio para surtirse de “snacks de México”. Rumbo al estacionamiento, alcancé a ver cómo entraban tres hombres fuertemente armados, con determinación y prisa a la tienda. Tenían un uniforme que no reconozco, pero, sin mucho tiempo ni ganas de investigar, apresuré silenciosamente el paso de todos rumbo al auto.
Días posteriores al viaje se difundió en los medios un video impactante en el que se puede ver a varios hombres armados con hachas y mazos asaltando una joyería en la CDMX, justamente en esa plaza a la que los he llevado en distintas ocasiones a ver sus películas de Marvel.
Todos estos acontecimientos me llevan a pensar en la difícil tarea de ser madre, en la que tienes que decidir constantemente qué información hacerle llegar a tus hijos y la mejor forma de hacerlo. Aún más complicado se ha vuelto la tarea de elegir un lugar para visitar en el país, en el que además de atracciones turísticas, haya condiciones aceptables de seguridad.
Hace algunos años, era una de esas personas que, cuando se hablaba de violencia en el país, consideraba que los medios exageraban, que la situación no era tan grave como la pintaban. Ahora pienso que no es así y a la vez me doy cuenta que a veces trato de minimizar una situación que a todas luces ha rebasado la capacidad de los diferentes ámbitos del gobierno.
Como mexicana, esta realidad es dolorosa. Me frustra ver cómo sexenio tras sexenio la violencia en el país se acrecienta. En muchas ocasiones las escenas son pavorosas y con el tiempo, esos lugares que se pensaban seguros, han dejado de serlo. El problema y la solución se han tornado sumamente complejos.
A pesar de ello, desde lejos pareciera que no se hace un esfuerzo real por combatir al crimen organizado y detener la violencia. Me llena de coraje oír la frase “abrazos y no balazos”, y me deja sin esperanza pensar que no hay alguien en este país, con poder de decisión, que aborde el tema con la urgencia y seriedad que se requiere.
La carrera presidencial hacia el 2024 ha arrancado y, como es común en la política, la prioridad es ganar, amasar poder. Una introspección o análisis medianamente honesto, dejaría ver a varios de los y las aspirantes que no tienen ni la capacidad, ni alguna estrategia viable para atender este grave problema. Desafortunadamente, ese hecho no desincentiva a nadie, pues predominan otros intereses. Temo que llegue el día en el que le diga a mis sobrinos que es mejor que no vengan a México.
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