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Por Lucía Lagunes Huerta*

Cuando inicié este escrito, debo confesar que sentí la punzada en el estómago, esa que te da cuando la angustia se te instala en el cuerpo. Había que volver a tocar el dolor de nuestras colegas y, la verdad, hay días que no tenemos la suficiente fuerza para hacerlo. Una de las razones es porque a muchas de ellas las conozco y las he acompañado en momentos de crisis, algunas son amigas de años a quienes la falta de compromiso estatal para garantizar su seguridad o por ser sus agresores, las expulsó de su estado e incluso de su país.

La angustia que sentí se transformó en rabia e indignación, tres quinquenios haciendo visible todas las formas de violencia que enfrentamos las periodistas para poder ejercer el derecho a informar a la sociedad, por tener la libertad de expresar nuestra opinión como cualquier ser humano. El dato duro nos recuerda que estamos lejos de erradicar la violencia contra las periodistas.

En el primer trienio de Andrés Manuel López Obrador la violencia contra las periodistas se incrementó en 200 por ciento, en comparación con el primer trienio de Enrique Peña Nieto, cuando creíamos que era el peor, la realidad nos superó. No nos lo esperábamos, coincidimos con las colegas que estuvieron presentes en el coloquio que enmarcó la presentación del quinto informe de CIMAC, Palabras Impunes, estigmatización y violencia contra mujeres periodistas 2019-2022.

No solo tenemos que esquivar todos los obstáculos de la discriminación que enfrentamos por ser mujeres, sino que además nos obligan a desarrollar estrategias para seguir haciendo periodismo sin ser asesinadas.

Volver a recordar todas las señales que los agresores dejan a las mujeres periodistas, en este sistema patriarcal. No solo entran a nuestras casas, sino que sacan nuestra ropa interior la manosean y la dejan extendida en la cama con la huella de una bota militar, como lo hicieron con Gloria Muñoz, o dejar las huellas de que se bañaron en nuestro baño, con las huellas de la mano en el jabón, con el vaho del vapor que descubrió Regina Martínez antes de ser asesinada, con defecar en los baños para hacer evidente que estuvieron ahí, en nuestras casas, que jugaron con nuestra intimidad o te envían mensajes en sobres donde aguarda la amenazan de muerte o las fotografías de tus hijas e hijos saliendo de la escuela o de tu casa o de algún lugar, el mensaje es que sepas que están en peligro, que tú estás en peligro, que eres vulnerable.

Además de ello hoy las periodistas y columnistas tienen que enfrentar la descalificación, el estigma que se coloca encima de ellas y sus trayectorias, con el objetivo de lograr el descrédito social. Esta es la marca del actual sexenio. Cada adjetivo que coloca sobre las periodistas desde la investidura presidencial es la señal de ataque, que se transforma en cientos de mensajes de odio en las redes sociales y en la vida física.

Como nunca, las palabras importan y los discursos estigmatizantes se han convertido en un vehículo que busca censurar a las periodistas, palabras que son usadas por funcionarios públicos estatales, municipales y federales, que emulan la política presidencial de la estigmatización contras periodistas críticas.

¿Acaso no es esto por lo que hemos luchado en este país, por un periodismo libre e independiente, como parte del camino de la democracia? Entonces, por qué perseguirlo y acosarlo, desde el poder político más alto de nuestro país.

El lenguaje no es neutral, tiene intenciones y matices, conscientes o inconscientes, directos o indirectos.  Somos lo que decimos, lo que hacemos al decir, y somos lo que nos dicen y hacen al decirnos; por esta razón, como señala la lingüista Deborah Tannen, las palabras importan y el lenguaje moldea.

Menos aún podemos hablar de neutralidad cuando hay una mujer de por medio, tal cual señala la investigadora Rossana Reguillo “Las palabras no son neutras y cuando una mujer decide participar en el debate público, no debiera ser normal que las respuestas a su voz sean el insulto, el descrédito y el uso del lenguaje misógino que solamente apelan a la adjetivación sobre el cuerpo o sobre la supuesta estupidez que caracteriza las mentes femeninas”.

Para las periodistas que viven en carne propia la misoginia presidencial “la conferencia matutina se ha convertido en “un lugar para destruir reputaciones”, afirma la politóloga y columnista Denisse Dresser, en la entrevista que es parte del Informe Palabras Impunes.

Para otras el discurso estigmatizante que se genera en el marco de la conferencia matutinas es un banderazo para el ataque contra ellas por no ser simpatizantes del titular del ejecutivo.

La consecuencia más inmediata de la política de estigmatización para las periodistas es el descrédito, que se traduce en “carencia de prestigio social”.

Cuando tenemos apenas 60 años las periodistas mexicanas de haber llegado de manera masiva al periodismo fuera del círculo de la farándula, los estragos de esta política de descrédito son inmensos.

A lo largo de estos 15 años, en CIMAC hemos palpado la violencia y sus efectos en la vida de las periodistas, en sus entornos familiar, laboral, y en la sociedad. En el trienio de AMLO que contempla el Informe actual documentamos 767 casos de agresiones contra mujeres periodistas ligadas a su labor periodística; 519 más que en el trienio de Enrique peña Nieto.

Nuestros registros contemplan, en ese mismo periodo el asesinato de cinco mujeres periodistas: Norma Sarabia Garduza (Tabasco, 2019), María Elena Ferral Hernández (Veracruz, 2020), Lourdes Maldonado López (Baja California, 2022), Yesenia Aurora Mollinedo Falconi y Sheila Johana García Olivera (Veracruz, 2022), se suma el desplazamiento forzado interno de 21 periodistas y el exilio de Lydia Cacho.

Quince años haciendo evidente que cuando las mujeres desafiamos al statu quo del deber ser como mujer y periodista, la violencia como ejercicio de poder y de control se hace presente.

Palabras impunes: Estigmatización y violencia contra mujeres periodistas en México 2019-2022, de CIMAC,  revela lo lejos que estamos de la igualdad y el respeto al derecho de las mujeres a ocupar el espacio público. A la vez, es la constatación de la fortaleza de las propias periodistas quienes no están dispuestas a dejarse amedrentar y para ello construyen estrategias para acompañarse y acuerparse, que es la esperanza de todas para ejercer el derecho a la libre expresión.

El informe “Palabras impunes: Estigmatización y violencia contra mujeres periodistas en México, 2019-2022” está disponible aquí.

*Lucía Lagunes es directora de Cimac

@lagunes28

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