Por Luciana Wainer
La renovación de cuatro consejeros y consejeras en el Instituto Nacional Electoral (INE) vuelve a caldear los ánimos: estamos acostumbrados, pero no dejamos de subirnos a la vorágine de opiniones que se acumulan en periódicos, redes sociales, canales de televisión y charlas de café. Por un lado, los que acusan corrupción e influyentismo. Por otro, los que celebran la designación democrática y legítima. También —y siempre los hay—, están los que tienen una opinión selectiva: los consejeros que se acercan a mis opiniones fueron electos genuinamente; los otros resultaron de la más vil de las perversiones políticas: a pesar de que todos participaron de la misma insaculación, del mismo sorteo. Hoy escribo sobre el INE para escribir sobre otra cosa. Como en un espejo que muestra lo más profundo de nuestras convicciones —o de la falta de ellas—, la elección de consejeros del INE refleja aquella idea que le fue (dudosamente) atribuida a Groucho Marx: «Éstos son mis principios. Pero si no le gustan, tengo otros».
En los textos que George Orwell escribió entre 1945 y 1950, y que fueron recopilados años después bajo el título Enfrente de tus narices, el autor explica que los seres humanos pueden creer en cosas a sabiendas de que son mentira. Cuando se comprueba que efectivamente estaban equivocados, la mente es capaz de tergiversar los hechos de modo tal que, en lugar de aceptar el error, los nuevos acontecimientos confirmen que se estaba en lo cierto. Este mecanismo, consciente o inconsciente, es característico en el ámbito de la política, pero se vuelve masivo en momentos como el actual, en el que el ánimo social pareciera haberse dividido en dos grandes grupos: el 54% de la población que, según la encuesta de febrero de 2023 de El Financiero, apoya al presidente Andrés Manuel López Obrador y otro amplio sector que se posiciona fuertemente en contra y ve en el régimen una sucesión de embates contra la democracia.
A pesar de que en las individualidades las posturas intermedias son más comunes de lo que parece, la opinión pública y los grupos de interés, como lo explica Pierre Bourdeau, simplifican el discurso reduciéndolo al grupo que apoya a López Obrador y al grupo que está en contra. Y es, justamente, entre estas dos posturas polarizadas donde la elección de los nuevos consejeros, el relevo en la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación o el denominado “Plan B” en materia electoral se vuelven la oportunidad perfecta de posicionamiento y evidencia del ánimo social.
Según quién cuente la historia, este hecho puede ser la demostración máxima de que el gobierno busca inmiscuirse en los órganos autónomos, violar la separación de los poderes y acallar las voces críticas, o el ejemplo irrefutable que compruebe que en los gobiernos anteriores la corrupción era moneda corriente y eso ha cambiado con la 4ta transformación. En ideas de Orwell, cada grupo podrá realizar una lectura de los hechos de forma tal que se reafirme su postura y se intente ejercer presión sobre el bando contrario. La discusión no está centrada en evaluar las capacidades o incapacidades de los nuevos consejeros, ni en un debate profundo sobre la forma adecuada de elección de éstos. Por el contrario, lo que intenta dilucidar la discusión pública es la afinidad o ideología de cada nuevo consejero o consejera como en un ejercicio de adivinación que permita prever cuál será el sentido de su votación en el Instituto cuando llegue el momento.
Sin embargo, la idea de «polarización» de la sociedad, que ha sido objeto de múltiples discusiones en los últimos cinco años, aparece como consecuencia de un renovado optimismo por parte de un gran sector de la población tras las elecciones de julio del 2018 y el posicionamiento proporcionalmente inverso de otra parte de la sociedad. El caso de Argentina puede ser una referencia: a partir de la mitad del mandato de Néstor Kirchner, el ánimo social y la opinión pública empezaron a diferenciarse en dos grandes grupos que dividían a quienes apoyaban el kirchnerismo y a quienes se oponían. Estas diferencias se fueron profundizando a medida que pasaron los años —y los distintos mandatos—, y empezó a conocerse como «la grieta». En el caso sudamericano, había un sector de la población que se había sentido excluido durante décadas de los asuntos públicos y que finalmente —con razón o sin ella—, sentían que pasaban a ser parte de las discusiones políticas. A pesar de las diferencias evidentes y de la perspectiva histórica que sólo podrá pensarse dentro de algunos años, la polarización en el ánimo social mexicano puede compartir algunas características: es cierto que las posturas se han radicalizado y que esto conlleva una división social y limita el diálogo entre las partes, sin embargo vale la pena preguntarse: ¿Es menos polarizada una sociedad cuya mayoría se siento excluida, desmotivada, desilusionada o simplemente apática ante las cuestiones públicas?
Quizá, la aparente «polarización» social, también sea consecuencia de una mayor cantidad de personas expresándose, opinando y tomando partido en cuestiones públicas y políticas: la materialización de la teoría que dice que los asuntos públicos nos atañen a todos y a todas. En otro momento de la historia, la elección de nuevos consejeros del INE podría haber resonado únicamente en grupos de especialistas y pasado desapercibida para gran parte de la población. Hoy ese hecho encuentra resonancia en una sociedad políticamente activa y en grupos de interés que intentan imponer una retórica dominante. Es decir, cada uno intentará usar al INE para llevar agua para su propio molino. Aun así, prefiero un río caudaloso de disensos, que la brutal sequía de la desesperanza y el silencio.
*Luciana Wainer es maestra en Periodismo y Políticas Públicas por el CIDE y especialista en Crítica y Difusión de las Artes por la Universidad Nacional Argentina.
Es titular del espacio de noticias ADN40.MX por ADN40, columnista, colaboradora semanal en el espacio radiofónico de MVS Noticias y en la Nueva Radio.
Ha publicado reportajes en medios de comunicación nacionales e internacionales y colaborado en el libro “Una insurrección en la mirada” de crónica periodística.
Se especializa en género y derechos humanos.
En 2020 fue reconocida como «Mejor comunicadora de noticias» por la Global Quality Foundation y es parte de la red de liderazgos jóvenes de Kybernus.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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