Por Mara Sepúlveda*
Guillermo Sepúlveda o “Memo” como lo llamaban sus amigos fue un hombre visionario, un gigante en las artes, que antes de comenzar su carrera tuvo a su maestra la irremplazable Inés Amor de la Galería Arte Mexicano en la ciudad de México.
¿Para qué entrar al mundo del arte?
Mi padre me platicó que cuando fue a Europa su visión del mundo y del valor monetario cambió por completo. Hubo un quiebre en su emocionalidad cuando ante sus ojos apareció El Cordero Místico de los hermanos Van Eyck, un retablo de adoración, el cordero con la mirada viva y transparente, el cuerpo es hollado y sacrifica su sangre mientras quince ángeles lo protegen y rodean su altar, en su cabeza brilla la aureola del triunfo ante los pecados de la humanidad. Frente a esta obra papá casi desmaya, después me platicó que había sufrido el síndrome de Stendhal y cito:
El síndrome de Stendhal puede catalogarse como una emoción psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, felicidad, palpitaciones, sentimientos incomparables y emoción cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando estas son consideradas extremadamente bellas.
Sin mayor explicación regresó a su país que tanto veneraba y renunció a su trabajo de economista, había puesto fecha de caducidad a la vida que no le traía satisfacción. A pesar de haber tenido uno de los mejores puestos en la banca prefirió ser capitán de su propia barca y aventurarse en las olas de un océano intempestivo, así fue como decidió aventurarse por el camino del arte.
En un principio, mi abuelo paterno, también llamado Guillermo, pensó que se dedicaría a las tlapalerías, sí, a rellenar las paredes de las casas de un color sólido; mi abuelo le había dicho que ese negocio no dejaba tanto dinero para vivir, sin embargo, si lo hacía bien podía hacerse de clientes y de una buena vida, para sorpresa de todos, mi padre le dijo que se iba a dedicar a tener una galería de arte cuando casi nadie en la región del norte sabía el significado de lo que conllevaba abrir un recinto donde podías comprar y hacerte una colección menos aún entender que esas obras serían valuadas con el paso del tiempo en un alto precio. Papá también pagó su precio al dedicarse al arte y remar solo. La señora Inés Amor le había advertido de la dificultad que la carrera conllevaba, le había dicho que tendría que renunciar a una vida y llevarla casi monásticamente, que se sentiría incomprendido por sus propios artistas y muy solo y que además la carrera era muy demandante ya estando dentro no podría claudicar, sin embargo, con tan solo veintiocho años resultó que papá tenía el temple adecuado para resistir las diez veces que Inés no lo recibió en su oficina, teniendo que regresar a Monterrey con las manos vacías pero no cabizbajo; a la onceava vez, la señora Inés lo recibió estando él en México haciéndole estas aclaraciones y una sola pregunta “Contésteme” severamente le dijo ella “Quién es mejor artista: ¿Diego, Orozco o Siqueiros?” Papá se llevó la respuesta a la tumba pero entiendo que allí coincidieron y entonces Amor, le dijo con toda seguridad “Usted será el que me siga, nada más no me defraude y sobre todo no desilusione al arte que está por encima de cualquier otro amor”. Así fue como mi papá contó sus ahorros y vio que podía abrir su propio espacio por tres años antes de quebrar el negocio.
La Galería Miró nació en el año de 1972, “en un pequeño local al lado del Hotel Ambassador, así comenzó esto”, para entonces contaba con siete artistas de Monterrey algunos de estos desde siempre le fueron fieles: Arturo Marty y su esposa Sylvia Ordoñez, exponiendo ella por primera vez junto con Julio Galán (figura indispensable en la carrera de Miró después Arte Actual Mexicano) con tan sólo 18 años y él 19, papá fue el primero que estampó en artistas regiomontanos valores estéticos y a su vez económicos, de allí con cincuenta y dos años de carrera fue condecorado por el mundo.
¡Ars Longa Vita Brevis!
*Mara Sepúlveda estudió Estudios Humanísticos Y Sociales en la Universidad de Monterrey (UdeM), por más de ocho años ha escrito los ensayos de arte de la galería de su padre ahora llamada Arte Actual Mexicano Guillermo Sepúlveda y ha escrito dos libros: La teoría de mis voces y Julio Galán: One Way Ticket.
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