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La piel es un órgano: el de mayor extensión, el de mayor superficie, el de más metros, el más grande, pues.

Está llenita de pasión, de amor, de sensibilidad. Es nuestra comunicación con el exterior, con el otro, los otros, los ajenos que permean poros y agujeros.

Es nuestra protección de todo lo externo, y nos mantiene en equilibrio con él. Nos ayuda a interactuar por medio de terminaciones nerviosas, tacto, vibración, dolor y picazones. También suda, excreta, produce su olor y es reservorio de un microbioma perfecto.

No son metros de un textil fino, son varias capas de estructuras diferenciadas en compartimentos.

La capa superior se llama epidermis y la constituyen seis tipos de células. Noventa por ciento son queratinocitos, esas células que terminan por descamarse, desprenderse y que ustedes malamente tallan. No es necesario, ellas solas, a través de la acción de enzimas se desprenden, nos dejan, se van. En veintiocho días, un abrazo ya no reconoce la piel del otro, se renovó.

También existen los melanocitos, cuya función es producir y transferir la melanina que da color a la piel y los pelos. Un factor intrínseco de protección solar. Distintivo de razas, mal usado para clasificar al ser humano, cuando lo más importante que hace, es protegernos del sol. Las células poroides, que conforman la parte más superior del conducto de las glándulas sudoríparas (ecrinas). Células de Merkel, que tienen una función táctil y de vibración. Células de Langerhans, orquestadoras del primer reconocimiento de agentes externos, informadores, mensajeros e iniciadores de la respuesta inmune. Células de Toker, son escasas y se encuentran principalmente en el pezón, poco se sabe de su función.

A la epidermis le sigue la dermis constituida en su mayoría de colágena, fibras proteicas entrelazadas que dan el sostén, la firmeza, y esa bella consistencia a la piel. Las hay de varios tipos, veintiocho; pero son la I y la III las principales en la piel. También se requiere que la piel vuelva a su estado normal, después de estirarse, y eso es gracias a las fibras elásticas. Embebidos en este paraíso proteico están los anexos: pelos, glándulas y músculo efector del pelo, es decir, que ejecuta las respuestas del Sistema Nervioso. También los vasos sanguíneos, linfáticos y fibras nerviosas.

Por debajo, un colchón, de tejido adiposo. La grasita dividida entre septos (tabiques) y dispuesta en lobulillos, como un bello panal.

Esta es la piel, cada célula, cada fibra, cada terminación nerviosa tiene un origen, una función, una diferenciación y su recambio o muerte. En el proceso, agentes internos y externos, pueden modificarlas, y así, cualquiera de estas células puede transformarse en tumor, de los buenos o esos malignos, que nombramos cáncer.

Hay que conocer nuestra piel, amarla, cuidarla, evitarle daños… prevenir el tumor.

@marcelasaebl

*Marcela Saeb-Lima es médico especialista en Dermopatología, graduada en Harvard; trabaja tanto en el sector público, el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán y en el privado, el Centro Médico ABC del Centro Médico ABC.


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