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Por María Fernanda Orozco Olarte

Mucho se dice que las mujeres hemos ganado terreno en la conquista de campos profesionales y en el ámbito empresarial. Aunque todavía nos falta mucho camino por recorrer y batallas por ganar, no cabe duda de que hemos avanzado. Sin embargo, ¿qué pasa con el rol de mamá o directora del hogar? Este prácticamente sigue siendo el mismo y no ha tenido cambios realmente significativos. Desconozco si esto se debe a decisiones propias, a la falta de claridad en el apoyo que requerimos de nuestros compañeros de vida, o a esta innecesaria necesidad de demostrar que podemos con todo. Pareciera, en ocasiones, como si estuviéramos “ganando la oportunidad” de entrar en el ámbito empresarial con la condición de que todo lo demás se mantenga funcionando a la perfección. ¡Qué desgaste!

Ser mujer empresaria y dedicarnos a lo que amamos es una experiencia increíblemente gratificante y empoderadora. La cual no solo implica la capacidad de liderar y tomar decisiones que impactan en el crecimiento y éxito de nuestra empresa y de quienes colaboran con nosotros, sino que también representa romper barreras y desafiar estereotipos en un mundo tradicionalmente dominado por hombres. La capacidad de innovar, inspirar y crear oportunidades para otras mujeres y a la sociedad en general, es una fuente de inmenso orgullo y satisfacción. Cada logro y cada meta alcanzada son testimonios del talento, la resiliencia y la determinación que nos definen en el mundo de los negocios.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.