Por María Alatriste
Este mes hice dos cosas que me cambiaron perspectivas y desafiaron mis creencias limitantes. La primera es que fui a un círculo de mujeres y la segunda es que vi la película que en México se ha traducido como Romper el círculo de Blake Lively y Justin Baldoni.
La primera experiencia trata de hacer un círculo de meditación en donde en medio de este se hace un altar de flores, se pone incienso y velas, y una mujer guía experta inicia rituales, meditación y palabras empáticas para abrir nuestro espíritu femenino y compartir en ese círculo emociones que comúnmente vivimos las mujeres.
Al principio de la experiencia pensé que lograría reprimirme y solo escuchar a otras mujeres, pero resulta que quizás fue la que más compartió e incluso lo hizo entre lágrimas. Recuerdo que dije algo así como “No se me da la maternidad como yo esperaba” “mis memorias dolorosas hacen que maternar sea más complejo de lo que pensé”. Cuando sentí que se me saldrían las lágrimas pensé “esto no me puede estar pasando a mí aquí en medio de desconocidas”. Sin embargo, fue una experiencia hermosa, sanadora y liberadora. Además, escuchar a las otras mujeres que conformaban el círculo me hacía ver que todas compartimos ciertos enigmas, pero de alguna manera hemos decidido no conversarlos entre nosotras porque el sistema nos hace todo el tiempo estar en guardia. Desde mi punto de vista no todos los espacios son seguros para compartir nuestra vulnerabilidad, pero este lo fue, me sentí a salvo y fue reconfortante.
La segunda experiencia fue en el cine, la película me fue atrapando de a poco, como iba con muchísimas expectativas empezaba a desesperarme, en otros momentos estaba confundida y finalmente la trama se desencadenó con muchísima fuerza. No haré spoiler, sólo expresaré que días después mi cabeza siguió maquinando. Y mis reflexiones eran mucho sobre la maternidad y los límites que decidí poner y los cambios a los que me enfrenté después del nacimiento de mi hijo. Sin saberlo estaba rompiendo círculos, pero hacerlo requiere de mucho valor y de muchos duelos impensables, porque romper círculos tiene un precio.
Quizás no soy la madre que esperaba por lo mismo, quizás de ahí algunos de mis enigmas. Porque no fui esa madre complaciente dispuesta a ser parte de sistemas opresores. Porque decidí vivir la maternidad de una forma en donde todos decían que eso no era un mamá dulce y dispuesta a ser la que siempre puede con todo. Porque en muchas ocasiones en cualquier entorno fui capaz de decir “lo siento, no puedo hacer esto, no es mi prioridad”. Sin embargo, aún capaz de poner límites sentía remordimiento, culpabilidad y una sensación de que algo estaba defectuoso en mí.
Las dos experiencias que hice con referencia al círculo me dieron paz. Por un lado, me doy cuenta de que en el círculo de mujeres habría que hacer aún más tribu, y hacer muchos círculos, porque las mujeres somos fuentes de sabiduría y tenemos mucho que enseñarnos si compartimos nuestra voluntad, resiliencia e incluso nuestra vulnerabilidad, tenemos mucho que compartir y a la vez mucho con lo que reconfortarnos. Y por el otro la importancia de romper círculos, o sea, romper patrones que hemos decidido normalizar para mantener escenarios supuestamente felices que son simplemente fuentes de destrucción de nuestro yo genuino.
Si somos parte de un sistema ya sea laboral, social, familiar que nos oprime, que nos exige que hagamos a un lado nuestra esencia, voluntad y nuestros ideales a cambio de aceptación, es importante considerar romper ese círculo. Porque eso no es un tipo de amor, sino es narcisismo disfrazado de un supuesto cariño. Y si lo aceptamos decidimos morir de a poco, ser lo que otros quieren y tenernos poco auto respeto. ¿Qué amor propio podríamos lograr con eso? ¿Qué lecciones de voluntad podríamos enseñar a las niñas y los niños que nos rodean? Si no rompemos con estos patrones dificultamos no sólo nuestra evolución sino también la de las personas de nuestro entorno.
Ahora sé que soy la madre que no esperaba ser, pero sí la madre que desafió al sistema y eso, eso sí que es parte de un círculo virtuoso que no estoy dispuesta a romper y espero que tú tampoco. Dejo esta magistral frase del libro Sanar la herida Materna de Bethany Webster:
“El precio de volverse real nunca es tan alto como el de seguir con tu falso yo” (2021, p.188).
Referencias Bibliográficas:
Webster, B. (2021) Sanar la herida materna. Descubriendo la madre interior y romper con la herencia patriarcal de dolor, vergüenza, sometimiento y silencio que recibimos las mujeres de generación en generación. Sirio
*Escritora e investigadora mexicana que se ha dedicado a explorar temas de inclusión, diversidad y violencia de género desde una perspectiva crítica y empática.
Su primera novela, Los relatos de Marta es el resultado de su inconformidad con las normas sociales que oprimen a las mujeres y su visión libre de prejuicios.
Actualmente, está escribiendo otro libro sobre las inquietudes e inconformidades sociales que rodean el fenómeno de la Maternidad.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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