Por María Fernanda Cobo

Ayer 1 de agosto, entró  en vigor la Ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea. Regular el desarrollo, la comercialización y el uso de sistemas de IA a partir de la protección del ser humano define la posición europea frente a la tensión geopolítica que representa para Estados Unidos y China la innovación tecnológica, que se debate entre la libertad para innovar en la democracia occidental frente al control para desarrollar en la autocracia asiática. 

Esta tensión acelera el desarrollo de la IA con dos objetivos geoestratégicos: la globalización estadounidense y el expansionismo chino. Estados Unidos domina el desarrollo de la IA en capital de riesgo e inversión privada en el ecosistema del emprendimiento digital y el oligopolio de las Big Techs globales, mientras que China lidera en patentes de IA registradas por sus empresas privadas, a las que denomina Equipos Nacionales, y que las creó para desafiar la hegemonía digital estadounidense. En materia de regulación nacional, Estados Unidos adelanta una legislación federal basada en los valores democráticos que garanticen seguridad, transparencia y confianza social, evitando caer en la sobre regulación que pondría en riesgo a la misma innovación; mientras que China, al entender la IA como un bien público nacional, ejerce un control estatal centralizado. Ambos países concentran sus esfuerzos de desarrollo de la IA en sectores estratégicos como seguridad nacional, crecimiento económico e impacto social, como el transporte, la educación y la salud.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.