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Por Mariana Conde

Siempre me ha parecido que se puede adivinar mucho de una sociedad por su cultura vial. Todos los días paso por la misma calle a la hora pico de la mañana, congestionada por conductores gandallas y también por gente queriendo cruzar la calle, todos llenos de prisa y con ganas de, repentinamente, crecer alas como el batimóvil y que los demás coman polvo. Yo juego al juez, decido por cual peatón freno, dependiendo de si está esperando en el paso marcado para ello o intentando torear el tráfico a media calle. 

Esta dinámica matinal no está corta de sorpresas y hoy uno de los toreros me golpeó el cofre con una mano, mostrándome el dedo favorito con la otra, por no dejarlo atravesar a media calle. No había terminado de maravillarme por su destreza al insultarme llevando en la misma mano la torta que iba comiendo al tiempo que se rifaba la vida, cuando un cardumen de coches se me fue encima con todo el poder de sus cláxones, sólo porque me detuve ante a una señora que esperaba con sus hijos frente a las bien marcadas rayas del paso peatonal. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.