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Por Mariana Conde

No hay límites en lo que el ser humano está dispuesto a hacer para vivir con seguridad y paz. Todos los días vemos en las noticias gente huyendo de sus países sumidos en guerra, crimen o pobreza. 

En nuestro propio país hay un fenómeno peculiar de migración interna.

El éxodo de distintas ciudades del país hacia Yucatán no para. Ha sido paulatino y va in crescendo. Últimamente, me parece que cada vez que converso con alguien me cuenta de un hermano, una prima o cualquier otro pariente que se mudó a la Ciudad Blanca, cosa que les gustaría a ellos también poder hacer un día.

No hay moscos, temperatura ni humedad que los detenga. El riesgo de dengue hemorrágico, chikungunya o cólera no es impedimento. La calidez superficial y posterior desdén de la sociedad yucateca, menos. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.