Por Mariana Conde
Después de estas semanas de vacación escolar todos, en especial las mamás de los estudiantes, estamos listas para el regreso a la rutina.
Ver las espalditas de nuestros querubines alejándose mochila a cuestas, dejando las sagradas horas de la mañana disponibles para ocuparnos de nuestro trabajo, casa y actividades de adulto, no tiene precio. O sí: de nuevo sacudir a horas inclementes de la mañana cuerpos amodorrados para empujar en bocas aún con rastros de baba seca, una quesadilla y medio licuado, correr de una actividad vespertina a otra, el estira y encoge de hacer cumplir con la tarea; la lucha fútil por regresar al horario pre-navideño de irse a la cama. Funciones normales de alumno que, de alguna u otra forma, son en realidad nuestras.
Las escuelas mandan constantemente mensajes sobre la importancia de fomentar la autonomía y sentido de responsabilidad en los niños, permitirles aprender de sus errores, vivir las consecuencias de sus actos. Los padres de familia nos apuramos a concordar con que son valores indispensables para la vida de nuestras criaturas.