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Por Maricela Zurita Cruz
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Sentir orgullo de ser mujer, sentir orgullo de ser chatina no nació en mi corazón de la noche a la mañana. Lo he ido aprendiendo en el camino con otras y otros, tal y como se aprende lo trascendental en la vida…en comunidad.

Estoy segura de que somos el resultado de nuestros sueños y del esfuerzo que hemos realizado para cumplirlos. Pero no sólo es eso, no se trata sólo de querer, muchas como yo somos el resultado de las luchas que dieron nuestras madres, nuestras abuelas, nuestras hermanas y todas las que nos antecedieron, pues fueron ellas las que con sus historias de vida nos motivaron y enseñaron que en un país como este no sólo se trata de querer o soñar, hay que exigir lo que por derecho nos corresponde.

El 5 de septiembre me recuerda que hay que seguir trabajando, que hemos ganado cosas, que hemos incomodado, que hemos conquistado lo impensable para algunas o algunos como ir a la escuela, viajar, organizarnos. Y en todo eso, son las niñas y las mujeres que sueñan que mundos más alegres son posibles las que a mí me inspiran.

Ayer por ejemplo, 20 hermanas de distintos pueblos indígenas del país recibimos el premio a la promoción de los derechos de las mujeres indígenas “Martha Sánchez Néstor” y para mí recibir un premio va más allá de eso, es compromiso, es un reconocimiento a las mujeres de mi vida, como mi mamá, porque fue ella la que me transmitió fuerza para luchar contra las injusticias y por eso hoy es un día también para honrar su vida.

Mi madre se llama Victoria y sin duda, tenerla es mi mayor Victoria, a ella los reflectores no la alcanzaron, no pudo escribir sus pensamientos, nadie reconoció sus aportes a la comunidad y el machismo, una vez que quedó viuda y a cargo de 4 hijas y un hijo quiso negarla, seguirla oprimiendo, pero ella con su fuerza, con su palabra, con su trabajo de todos los días nos dio las herramientas para hacernos escuchar, para no callar las injusticias y luchar siempre con dignidad y sin olvidar de dónde venimos. Por eso, mi manera más significativa de conmemorar el Día Internacional de la Mujer Indígena es reafirmar que todo lo que yo logro a nivel individual es resultado también de las luchas colectivas.

Muchas gracias a todas las hermanas que desde sus territorios trabajan para el reconocimiento y ejercicio pleno de nuestros derechos, a las que están resistiendo en el anonimato, a las que cuidan la vida, a las que abren caminos, a las que escuchan, a las que curan, a las que piden por nosotras, a las que se atreven a decir lo que no está bien y también gracias a las que vienen, a las que nos devuelven esperanzas, a las que creen que podemos transformar cosas, a las que toman como suya nuestras luchas.

Un reconocimiento especial a la Asamblea Nacional Política de Mujeres Indígenas (ANPMI) por su trabajo y ser inspiración para muchas de nosotras.

Que nadie nos diga que las mujeres no podemos, que nadie nos robe la alegría y la esperanza. Porque las mujeres somos eso: amor, energía…somos la vida misma.

*Mujer chatina de San Juan Quiahije, Oaxaca.
Educadora y comunicadora comunitaria.

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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