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Por Mónica Meltis*
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La desaparición es un fenómeno complejo de medir. La intencionalidad de ocultamiento representa retos importantes para la búsqueda que se traducen en la necesidad de utilizar todos los recursos y conocimientos posibles.

En ese sentido, la estadística es una herramienta clave para medir fenómenos complejos como la desaparición de personas ya que nos ayuda a llenar los vacíos de información al aproximarnos a información nueva a partir de lo que ya conocemos. Sin embargo, esto implica que, a diferencia de otros fenómenos en los que puede haber una medición en un laboratorio con controles adecuados, es una aproximación imperfecta. Dado que se reconoce que difícilmente se podrá capturar el universo entero de los fenómenos, las aproximaciones se sostienen en la medida en la que somos capaces de transparentar cómo y desde dónde, bajo qué supuestos, se construye esa aproximación.

Esto implica comunicar sobre los posibles errores y sesgos en la medición, como la forma en la que se levantan datos- ya sea a través de encuestas, censos, registros provenientes de denuncias,etc.-  hasta la forma en la que se sistematiza y publica la información. Esta transparencia es fundamental para que haya rendición y  mejora a través de la crítica e intercambio de miradas.

La salida de la persona comisionada por el Gobierno Federal para encabezar los esfuerzos de búsqueda (la Comisión Nacional de Búsqueda, CNB) preocuparía en cualquier momento. Sin embargo, preocupa particularmente en el contexto en que se presenta su renuncia. Hace unas semanas se anunció que se llevaría a cabo un “censo” a partir de que el Presidente Andrés Manuel cuestionó las cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO).

Desde que las desapariciones en el país comenzaron a aumentar dramáticamente, una pensaría que el Registro habría sido una de las herramientas que se habría adoptado de inmediato para la búsqueda de personas. Suena lógico: un sistema que permita contabilizar los distintos eventos de desaparición, pero que además, al estar conectado con otros registros y bases de datos, genera conocimiento para entender y hacer frente a la crisis. Tomó años y ejercicios fallidos pero gracias al impulso de familiares de personas desaparecidas, la promulgación de la Ley General en Materia de Desaparición en 2017 previó zanjar la discusión estableciendo la creación del RNPDNO, un registro que dependiera de la CNB con el fin de organizar la información sobre desapariciones y servir como herramienta clave para la búsqueda.

Sin embargo, el RNPEDNO nunca ha terminado de cuajar. El cuestionamiento del Presidente respecto a los datos del Registro atiende a una necesidad que las propias familias y organizaciones hemos denunciado anteriormente: que el Registro tenga características de trazabilidad y transparencia. Sin embargo, levanta muchas alertas que este cuestionamiento se dé a partir de que esta administración haya acumulado ya más personas desaparecidas que las administraciones antecesoras.

Esto lleva a una situación paradójica en la que pareciera haber una disputa por las cifras.

Pero recordemos que cualquier subregistro, cualquier distancia entre los casos que han existido y los que se han contabilizado, la falta de una ficha de una persona ausente que debería estar siendo buscada, es una falla en la obligación del estado de garantizar verdad y justicia para cada uno de estos casos.

Hay que entender que el Registro (en conjunto con las demás bases de datos que demanda la Ley General) es la herramienta central de búsqueda del Sistema de Búsqueda y que al no contar con información transparente y certera para toda la ciudadanía cualquier persona puede cuestionar la certeza y exactitud del mismo.

¿Cuáles son las implicaciones de este cuestionamiento?

Dentro del Protocolo Homologado de Búsqueda (PHB) se establecen cinco tipos de búsqueda (inmediata, individualizada, por patrones, generalizada y por familia) que responden a la necesidad de brindar la protección más amplia posible para la persona desaparecida. Los tipos de búsquedas son complementarios y responden a una lógica metodológica. La búsqueda inmediata, por ejemplo, se debe realizar independientemente del motivo de la ausencia de la persona dentro de los primeros días. Esta lógica de búsqueda urgente, en corto, está centrada en el despliegue de autoridades, pero también está basada en la búsqueda por rastreo remoto que intenta localizar a la persona a través de la consulta en distintas bases de datos como de hospitales y fiscalías.

Por otro lado, en el caso de la búsqueda generalizada, el centro angular es la “recopilación, organización y cotejo sistemático de la información sobre escenarios de búsqueda o restos humanos”. De acuerdo con el PBH “los métodos de recopilación, generación y concentración de información son distintos para cada escenario, pero todos comparten la cualidad de que al implementarlos se están buscando, indistintamente, a la totalidad de las personas cuya desaparición se encuentra registrada”. Esto es clave para dimensionar la importancia del RNPDNO: es una herramienta de búsqueda e identificación que permite confrontar masivamente con otros registros de información para tratar de encontrar coincidencias. Es decir, sin este registro, la búsqueda generalizada simplemente es inoperante.

Para ser clara: sin un registro ordenado, transparente, con trazabilidad y rigor metodológico, sabemos que cualquier compromiso que se adquiera para la búsqueda de personas desaparecidas es sinónimo de buscar con los ojos cerrados. Básicamente, atole con el dedo.

El problema está en que no hay suficiente transparencia y eso no solo imposibilita la rendición de cuentas, sino que genera desconfianza entre las familias que buscan a sus seres queridos y organizaciones que hemos dado seguimiento a este tema por años. En ese sentido -y entendiendo que no significa que el Estado cumple con su obligación de búsqueda generalizada sólo a través del RNPDNO, sino que deben existir otros esfuerzos- el recientemente anunciado “censo” que se lleva a cabo debe contener ese elemento fundamental para no replicar lo que ha sucedido comúnmente en materia de desaparición: tener una metodología pública que permita a la ciudadanía auditar y hacer rendir cuentas sobre la búsqueda de personas desaparecidas.

El gobierno tiene muchas oportunidades por delante para disipar las dudas y la desconfianza que ha generado en materia de desaparición forzada simplemente transparentando y dejando de ocultar información. Se trata de cientos de familiares buscando un ápice de certeza de que se está llevando con compromiso, rigurosidad y seriedad la búsqueda de sus seres queridos. Se trata de la posibilidad de dimensionar la tragedia en la que nos encontramos y poder actuar en consecuencia. El  RNPDNO es fundamental para la búsqueda y debe entenderse como la herramienta central de búsqueda del Sistema Nacional de Búsqueda.

Ojalá que el gobierno logre estar a la altura de la crisis que tenemos enfrente y entienda que mientras se disputan las cifras desde el Palacio, hay cientos de familias buscando a sus seres queridos. Que esta disputa no nos distraiga de lo verdaderamente importante: Nos faltan miles.

*Mónica Meltis Véjar es politóloga e internacionalista. Actualmente es Directora Ejecutiva de la organización Data Cívica, cuya misión es entender los detonantes de la violencia para implementar estrategias de prevención y atención a partir del uso de la estadística y la tecnología.
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@monicameltis

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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