Por Nelly Segura
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Compré el libro “Periodismo para la historia”, sobre la obra de Julio Scherer García, en la Porrúa de Reforma hace unos días. Después de protegerlo de una lluvia propia del mismísimo Tláloc, ubicado justo en frente en la entrada al Museo de Antropología -ya una vez en el Metrobús- lo primero que hice fue buscar la mítica entrevista de Scherer al Mayo. Esta entrevista, un documento histórico, toma tintes de incunable ahora que “El Mayo”, fundador del Cártel de Sinaloa, ha sido capturado por las autoridades de Estados Unidos.

El periodismo siempre ha sido una labor cargada de riesgos, especialmente cuando se trata de cubrir temas tan peligrosos y controvertidos como el narcotráfico en México. Para Scherer, el riesgo no fue más que una palabra, una que, por cierto, no escribió en la entrevista. La plática entre Scherer y El Mayo no solo marcó un hito en el periodismo mexicano, sino que también dejó una huella imborrable en la forma en que se percibe y documenta el narcotráfico. De hecho, esta entrevista se ha convertido en un ejemplo recurrente en las clases de periodismo en México, destacándose por su rigor, valentía y profundidad.

Recientemente, en un taller de crónica periodística, sentí un balde de agua fría, como cuando muere alguien querido, cuando el reconocido cronista, Juan Pablo Meneses dijo: "el periodismo tradicional va a morir ante la inteligencia artificial”, la estocada fue letal cuando reculó: “si no es que ya murió". Meneses propone que el periodismo “de autor”, aquel que hacía Scherer, es el único que puede salvar nuestro preciado oficio.

Julio Scherer, fundador de Proceso, recibió en febrero de 2010 un mensaje que cambiaría la perspectiva de la guerra contra el narcotráfico. Ismael 'El Mayo' Zambada deseaba conversar con él. A partir de ese momento, Scherer enfrentó una constante inquietud, no por miedo a un atentado, sino por el reto periodístico que implicaba mantener la confidencialidad del encuentro mientras contaba la verdad esencial del suceso sin poner en peligro a su fuente.

El relato de Scherer sobre el encuentro con Zambada es casi cinematográfico: un viaje lleno de cambios de vehículos y caminatas hasta llegar a un refugio en medio de las montañas. Allí, en un entorno rústico y vigilado por hombres armados, Scherer se encontró cara a cara con uno de los hombres más buscados de México. La entrevista abordó temas personales y profesionales, revelando aspectos de la vida de Zambada y sus opiniones sobre el narcotráfico, el gobierno y la sociedad.

Una de las particularidades de esta entrevista es que las pocas fotografías que circulan en internet de 'El Mayo' Zambada provienen de este encuentro: El Mayo desarmado, o al menos así se ve, con jeans, gorra, playera y bigotes. Estas imágenes se han convertido en íconos, no sólo por su rareza, sino también por el contexto en que fueron tomadas: un capo de la droga exponiéndose al lente de un periodista reconocido, en una especie de desafío al poder y una declaración de su propia narrativa.

En el marco de la entrega de esta entrevista, Scherer describió la tensión y la incertidumbre que vivió durante el proceso. Su relato es una muestra del compromiso y la valentía que caracterizan al buen periodismo. No es solo la historia de un encuentro con un capo de la droga, sino también una lección sobre la importancia de la integridad periodística y la búsqueda constante de la verdad.

La entrevista de Scherer con Zambada no solo aportó una visión íntima y directa de uno de los líderes del narcotráfico más influyentes, sino que también subrayó la importancia de la libertad de prensa y el valor de los periodistas que, a pesar de los riesgos, continúan luchando por informar al público.

"Un día de febrero recibí en Proceso un mensaje que ofrecía datos claros acerca de su veracidad. Anunciaba que Ismael Zambada deseaba conversar conmigo. La nota daba cuenta del sitio, la hora y el día en que una persona me conduciría al refugio del capo. No agregaba una palabra. A partir de ese día ya no me soltó el desasosiego. Sin embargo, en momento alguno pensé en un atentado contra mi persona. Me sé vulnerable y así he vivido. No tengo chofer, rechazo la protección y generalmente viajo solo, la suerte siempre está de mi lado. La persistente inquietud tenía que ver con el trabajo periodístico. Inevitablemente debería contar las circunstancias y pormenores del viaje, pero no podría dejar indicios que llevaran a los persecutores del capo hasta su guarida. Recrearía tanto como me fuera posible la atmósfera del suceso y su verdad esencial, pero evitaría los datos que pudieran convertirme en un delator. Me hizo bien recordar a Octavio Paz, a quien alguna vez le oí decir, enfático como era: 'Hasta el último latido del corazón, una vida puede rodar para siempre.'"

Si bien fue un elegido por el “Dios” del narco, pudo haber rechazado la oferta, pero subió al taxi y después llegó a la sierra. La crónica de Scherer, 14 años antes de la irrupción de la IA, usó lo que ninguna máquina podrá hacer nunca: ¡Los cojones!, y queda ese resquicio de esperanza.

*Periodista y escritora.
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@nellysegura1

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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