Por Nelly Segura
Estaba en casa, exhausta después de una noche de desvelo, cuando mi esposo me vio sentada en el sillón amamantando a nuestro bebé. Mientras él lavaba los platos, me reclamó: “¿Qué estás haciendo ahí sentada? Ayúdame”. Lo miré, incrédula, y le respondí: “Estoy alimentando a tu hijo… poca cosa”. Este breve intercambio, que escuché durante un evento de la organización Tetada Masiva, refleja la falta de reconocimiento que muchas madres enfrentan diariamente por la dedicación y el tiempo invertidos en la lactancia materna.
Las “horas chichi” son una labor invisible en una sociedad que valora más las asquerosas “horas nalga” (aquellas dedicadas a trabajar infructuosamente frente a un escritorio). Pero, ¿qué pasaría si tradujéramos este tiempo a términos económicos?
Durante los primeros tres meses, un bebé promedio se alimenta cada tres horas, con sesiones aproximadas de 20 minutos por cada pecho (Asociación Española de Pediatría). Esto suma un total diario de 320 minutos, o aproximadamente 5.3 horas. Multiplicando estas horas por los 90 días de esos tres meses, tenemos un total de 477 horas dedicadas exclusivamente a la lactancia.