Por Nelly Segura

La historia de Hortensia Telésforo Jiménez podría ser el guión de una película mexicana de mediados del siglo pasado: una maestra que lucha por su pueblo y rescata una biblioteca es hostigada hasta ser encarcelada. Pero esta realidad supera cualquier guión y no se desarrolla en una pantalla de cine, sino aquí, en Xochimilco, cuna cultural de la Ciudad de México, en pleno 2024.

La Casa del Pueblo Tlamachtiloyan de Atlapulco, un símbolo de la identidad y la autonomía de San Gregorio Atlapulco, había sido ignorada y utilizada de manera vergonzosa por quienes ahora la acusan. Después del sismo de 2017, este espacio, que alguna vez fue una biblioteca, quedó en el olvido, convertido en un lugar para fiestas privadas, mientras la comunidad observaba con indignación cómo se desmoronaba un pedazo de su historia, allá en lo alto del cerro.

Pero Hortensia, una mujer de 61 años con un aspecto enternecedor y ojitos suaves, demuestra una fortaleza que desarma cualquier suposición sobre su fragilidad. Aunque su apariencia es delicada, su aspecto cambia radicalmente cuando habla con firmeza. Su voz grave y su conocimiento profundo de la ley y de sus causas reflejan una determinación inquebrantable. Junto con otros valientes habitantes de San Gregorio, no permitió que el abandono y la indiferencia de las autoridades sepultaran el legado de sus antepasados. Tras mesas de trabajo que fueron rotas por Martí Batres, entonces miembro del gabinete de Claudia Sheinbaum, la comunidad decidió tomar las riendas de su destino y recuperar la Casa del Pueblo, devolviéndola a su verdadero dueño: el pueblo.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.