Por Nurit Martínez
El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador recibió de forma sigilosa los resultados de la prueba que mide el aprendizaje en México del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) que aplica la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y, de la misma manera prepara la estrategia para dar a conocer los resultados que se prevé no cambiarán la condición de nuestro país: el último lugar entre las economías de esa organización.
Pero lo primero que hizo el gobierno de la Cuarta Transformación fue hacer a un lado a quienes encabezan la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu), en su mayoría afines al nuevo gobierno y, en su lugar, recurrió a una de las instituciones con más experiencia en aplicar pruebas: el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (Ceneval).
El Ceneval (1994) ahora toma la conducción de una prueba en la que México ha participado desde el año 2000. Para dar contexto, recordemos que Ceneval es una asociación civil creada en un contexto en el un número importante de estudiantes y familias deseaban que sus hijos estudiaran en la UNAM, el IPN o la UAM y para moderar esa demanda se creó esa institución que hoy hace millones de pruebas anuales para ingresar a instituciones o diferentes niveles educativos (bachillerato, licenciatura o posgrado) pero también para entregar certificación de calidad de profesionistas.
En la asamblea directiva del Ceneval tienen un asiento los directivos de rectores de universidades públicas y privadas del país con mayor reconocimiento, también de los colegios de profesionistas.
Hoy al frente de esa institución se encuentra Antonio Dávila Díaz (2019-2023). En los 24 años previos, Dávila tuvo diversas responsabilidades en la Secretaría de Educación Pública (SEP), entre las que destacan: subsecretario de Planeación, Evaluación y Coordinación y antes en la Administración Federal de Servicios Educativos en el entonces Distrito Federal. Formado bajo el cobijo del grupo de Elba Esther Gordillo que llegó a la SEP en los años del calderonismo.
Es con ese Ceneval que la SEP, mediante un convenio, le entregó la responsabilidad de preparar, coordinar, seleccionar escuelas, medir el instrumento de evaluación y contextualizarlo a realidades cercanas de vulnerabilidad de nuestro país o prever la presentación de resultados.
La SEP dejó de lado a Mejoredu de esa responsabilidad, siendo que su antecesor, el Instituto Nacional de Evaluación para la Educación (INEE) tenía esa responsabilidad desde el año 2001. Mientras se tomó esa decisión al interior de Mejoredu, según relatan, no hubo ni siquiera un poco de asombro de que los hayan despojado de esa tarea.
Tres han titulares en la Secretaría de Educación Pública (SEP) en cinco años, sumado a la inconsistencia y falta de rumbo en el programa propuesto por Esteba Moctezuma. El oportunismo político de la gestión de Delfina Gómez y, la limitación de miras de la administración de la actual secretaria, Leticia Ramírez, tratando de atajar los enredos de la misma Cuarta Transformación con los libros de texto y el nuevo plan de estudios, hicieron que Mejoredu haya resultado en un espacio de cuates, recomendados y amigos.
Como botón, la profesora del hijo menor del presidente fue incorporada al grupo directivo de toma de decisiones, pero al interior de la institución fuentes refieren que en el día a día se hizo evidente su desconocimiento técnico y de fondo de la evaluación. Con la licenciatura de Comunicación y teniendo como experiencia educativa haber sido profesora en la Escuela Primaria Colegio Manuel Bartolomé Cossío, María del Coral González, ha dado muestra de no estar a la altura de la situación y sus participaciones y votos son al estilo del levantamanos de muchos diputados insaculados por sortea por el movimiento morenista.
Según la contrareforma de la Cuarta Transformación (2019) Mejoredu tomaría el papel del INEE y se encargaría de crear una nueva visión para medir el avance del aprendizaje y también hacer ver a organismos como la OCDE de que pruebas como la de lectura, matemáticas, ciencias debieran considerar más las vulnerabilidades de otras naciones, o bien, la necesidad de evaluar con un enfoque de desigualdad.
Y aunque al interior de Mejoredu niegan que los expertos y técnicos de evaluación dejaron la institución, lo cierto es que especialistas que crearon un organismo como el INEE que logró en pocos años la seriedad de crear instrumentos de evaluación confiables con el reconocimiento social, transmitir ese espíritu profesional a los institutos que se crearon en los estados, e incluso le valió ser precedente en los países de la región se fueron a otras instituciones.
El INEE tenía que abrir su visión para ser más incluyente con comunidades indígenas y quienes viven en zonas de pobreza extrema, en particular, los de los cinturones de las zonas metropolitanas, sin duda. Nos hace falta conocer en qué condiciones van a la escuela, cómo están esas escuelas, esos profesores y el contexto de violencia y consumo de drogas, pero cayó sobre la institución la sentencia morenista de que estaban cooptada por una visión neoliberal y nada lo salvó.
Hoy al hacer aún lado a Mejoredu el mismo gobierno ratifica mucha de la tinta y reflexiones que corrieron en aquellos años sobre el error que significaba desaparecer al INEE. Al estar conformado por tantos técnicos y especialistas, les faltó política.
Lo ocurrido en estos años con Mejoredu revela la poca confianza generada por la institución que lo más destacado en los últimos días fue realizar un foro sobre comida saludable y sesiones prolongadas sobre lo trascendental de que los niños aprendan a comer comida tradicional: platos de frijoles, atoles o tamales, lo cual sin duda refleja en dónde anda la institución.
Sin mayor claridad en su objetivo no ha sido capaz de plantarse ante el gobierno de la Cuarta Transformación para hacer ver el retroceso en el nivel de aprendizaje en primaria, secundaria y bachillerato tras la pandemia, los resultados de su evaluación pasaron desapercibidos, todo por no molestar al presidente y a su movimiento.
Perdió autonomía y sin autoridad no hay quien desde esa institución señale que hace falta conocer la condición de las escuelas, de la capacitación docente, cómo están los niños en el aprendizaje básico y más aún el impacto emocional, todo ello tras la pandemia de Covid.
Cuando en 2021, México dio a conocer la continuidad de la prueba PISA, avalada por el mismo presidente López Obrador, nuestro país se hizo más obligado por los acuerdos comerciales con ese organismo y su permanencia en ese grupo de economías de alto intercambio. Uno de los primeros temas ratificados fue la evaluación comparativa del aprendizaje en jóvenes de 15 años para medir la competitividad futura de la fuerza laboral de los países.
El desastre educativo se repite
En el año 2000, México se midió con 41 países y entonces se acusó al gobierno del priísta Ernesto Zedillo de ocultar los resultados que nos ubicaron en último lugar.
Con el foxismo el enfoque fue conocer la prueba, construir una institución que permitiera en los foros de OCDE plantear la realidad mexicana, se pudieran incluir nuevos niveles de calificación internacional que incluyeran a la niñez que tenía resultados insuficientes, nivel cero y se conocieran los resultados.
Durante la gestión de Felipe Calderón la meta fue mejorar los resultados. La entonces secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, comprometió que al final de esa administración México estaría a mitad de la tabla del ranking compartiendo desempeño con países como España y para ello establecieron que los maestros se enfocaran en enseñar cómo resolver el examen PISA, solo que también saltaron las trampas: evitar que los jóvenes de bajos desempeños se presentaran el día de la aplicación de la prueba.
A mitad de la gestión del también priísta Enrique Peña Nieto se aplicó la prueba y de igual forma entre los países de la OCDE México fue último en desempeño. En el nivel 53 de 78 en el nivel de lectura, el 57 en ciencias y 61 en matemáticas en el ranking global que encabezaron China y Singapur con resultados que tenían hasta cien puntos más que los mexicanos.
Ello significa que los resultados han dado evidencia que en nuestro país los niños y jóvenes a los 15 años no son capaces de leer un instructivo en una caja de medicina, realizar operaciones matemáticas básicas y de que más de la mitad de quienes tienen condiciones de pobreza no tienen habilidades de uso de tecnología porque el acceso a computadoras y menos aún internet es de uno de cada dos en zonas vulnerables.
PISA se aplica cada tres años, pero en 2021, en medio de la pandemia se pospuso su aplicación a 2022 para entregar los resultados en los primeros días de diciembre de 2023.
En México se aplicó del 27 de abril al 31 de mayo en 281 centros escolares y a seis mil 292 estudiantes.
En esta ocasión además de medir la capacidad y habilidades lectora, comprensión de textos, matemáticas y ciencias, la OCDE incluyó por primera vez el pensamiento creativo.
La idea de medir el pensamiento creativo está enfocada a provocar que en los próximos años los países puedan generar políticas para potenciar la metacognición y la creatividad para solucionar problemas.
En 2011 en una conversación con Andreas Schleicher, creador de PISA, me dijo que la estrategia que tenía en aquel momento el gobierno mexicano nuestro país para la educación hacía prever que en 50 años México alcanzaría el nivel de alto rendimiento promedio de todos los países OCDE. Con los resultados en su escritorio, ¿qué pensará ahora?
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