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Por Patricia Vega

Este año de 2024, el 13 de julio, se conmemoran 70 años de la muerte de la pintora mexicana Frida Kahlo. En estas siete décadas Frida pasó de ser la esposa del afamado muralista Diego Rivera a ser reconocida como una pintora con mérito, fama y luz propia. Más aún: gracias a la amplia difusión de su vida y obra, Frida se convirtió en una de las figuras más icónicas del feminismo a nivel mundial y de la cultura mexicana. 

Más allá de los cientos de catálogos, libros y exposiciones con la obra de pintora, documentales y películas, de manera paralela se dio paso a una fridomanía mundial que propició que la imagen y nombre de Frida Kahlo se convirtieran en una marca registrada –con autorización de sus herederas— de la que se obtienen jugosas regalías que provienen de la venta de miles de tarjetas postales, carteles, camisetas, llaveros, perfumes, camisetas, plumas y demás mercaderías que recuerdan que es un objeto de culto, que ocupa un lugar en los altares caseros.

La paradoja radica en que entre más se cultiva a Frida Kahlo como figura icónica más se le vacía de un contenido que permita sumergirse en los avatares de una vida compleja en muchos sentidos y una obra pictórica que sobresale por su intuición artística. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.