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Por Perla Martínez
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Este verano 2023 es, hasta ahora, el más caluroso jamás registrado con las temperaturas más altas en 120 mil años: domos de calor y sequías extremas, así como incendios forestales, huracanes e inundaciones de proporciones desastrosas en todas las regiones del mundo.

Los liderazgos climáticos han intentado todo por comunicar la severidad de la situación, hemos pasado de narrativas de calentamiento global, cambio climático, crisis y emergencia climática a la actual: colapso, caos y catástrofe climática.

Aún ante este escenario, es un tema del que normalmente no se habla, ya sea en reuniones con la familia, amistades, discursos políticos, análisis de negocios, incluso hasta en los círculos de ONG’s y activistas de otras causas sociales.

Cuando sí se habla, predomina un discurso surreal, una narrativa de pequeñas acciones, “semillitas” y “granitos de arena” muy lejanos de lo que la evidencia nos dice: para solucionar la crisis climática tenemos que lograr la transformación más rápida de nuestro modo de vida en la historia, principalmente aquel de los grandes causantes. 

Paradójicamente son los mismos que han posicionado esta narrativa pues sufren los efectos en menor medida y tienen más capacidades para protegerse, recuperarse o incluso beneficiarse.

Entre regiones, el norte global, es decir los países más desarrollados, son los causantes históricos de generar el 92% de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y tienen más capacidades de resiliencia, mientras que el sur global, los países menos desarrollados, son los más vulnerables y son los que menos emisiones han generado. 

Sólo 100 empresas han generado el 71% de GEI, una cifra para nada comparable con lo que han generado 100 personas promedio. 

Entre personas se repite la misma tendencia, son las de estratos sociales más elevados quienes son desproporcionadamente responsables. De acuerdo a Oxfam, el 1% más rico genera el doble de emisiones de CO2 que el 50% más pobre y este sector es obviamente el más vulnerable.

La crisis climática es una injusticia generacional, son las juventudes y próximas generaciones quienes sufrirán las peores consecuencias de las decisiones tomadas por esta generación y las anteriores.

Es también una injusticia de género ¿quiénes han tomado las decisiones que nos han llevado a esta catástrofe climática? Han sido mayoritariamente hombres. Existe abundante evidencia que las mujeres y sobre todo aquellas de grupos originarios, en situaciones de pobreza, violencia, guerra o un desastre climático sufren los efectos de forma acentuada y a la vez son quienes están más ausentes en las mesas de toma de decisiones.

Otra dimensión de injusticia es entre especies, las vidas no humanas han sido afectadas hasta el grado en que nos encontramos en la pérdida de biodiversidad más grande desde la extinción de los dinosaurios. 

Recientemente Bloomberg Opinión difundió una encuesta sobre los principales problemas del mundo. El resultado por menciones fue: inflación, cambio climático, pobreza, escasez de recursos, salud pública, desigualdad, conflicto, refugiados y migración, y uso de combustibles fósiles.

Si bien es cierto todas estas problemáticas son graves, la crisis climática tiene dos características letales por las que más que categorizarse como una más de ellas deberíamos reconocerla como la falla sistémica por excelencia: es invisible y funciona como un esteroide.

Por invisible me refiero a que es complicado descubrirla como la causa de fondo y que entreteje todos los problemas entre sí. Piensa por un momento: la estabilidad climática lo es todo.

Aprovechando el juego de palabras, la crisis climática es “echarle leña (o más bien combustible) al fuego”.  Si se le añade un fenómeno climático extremo a cualquiera de las problemáticas enlistadas por Bloomberg, el resultado es una crisis humanitaria.

El punto medular es entender que la catástrofe climática funciona contrario a la ley del karma, la ley de causa y efecto que dice que quién provoca un daño o hace un bien, sufre el castigo o goza de los beneficios. 

Esto hace a la crisis climática la madre de todas las injusticias, como la ha bautizado Christiana Figueres quien dirigió las negociaciones del Acuerdo de París. Habiendo un menú tan amplio de grandes injusticias, esto puede sonar exagerado, pero ¿acaso no lo es?

*Gerente del Centro para el Futuro de las Ciudades del Tecnológico de Monterrey
abogada internacionalista, activista defensora del clima, changemaker en sostenibilidad y economía circular. Es Gerente en el Centro para el Futuro de las Ciudades del Tecnológico de Monterrey y profesora de Derecho Ambiental y Desarrollo Sostenible.

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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