Por Dra. Raquel Berman*
En México, actualmente ocurren 11 feminicidios diarios. Hace diez años ocurrían 7. Hace veinte años, 4. Estos feminicidios son solo la punta del iceberg de un machismo que siempre ha existido, pero que en el presente viene irrumpiendo de una forma más violenta, debido a diversos cambios sociales.
El crimen organizado violenta al país. Las armas de fuego, antes vedadas a la población, hoy son comunes. El capitalismo salvaje ha enajenado las relaciones humanas. Y sin embargo, estos cambios sociales no son los más importantes para explicar la escalada de feminicidios.
En este trabajo, basado en datos objetivos, en mi observación de pacientes en el consultorio y en el análisis de más de 2000 textos de mujeres víctimas de violencia recibidos a la Fundación Raquel Berman, fundada por mí precisamente para recibirlos y analizarlos, sostengo que la causa principal de la escalada de feminicidios es un fenómeno omnipresente en el México de hoy.
A decir, la nueva identidad femenina.
Hoy, como antes no ocurría, las mujeres mexicanas estudian y trabajan fuera del hogar, en números semejantes a los de los hombres; tienen su propio dinero, se divierten según sus deseos, se visten como quieren, van a bares y a salones de baile, escogen a sus parejas sexuales y si se sienten controladas o maltratadas, rompen estas relaciones e inician otras nuevas; y muchas son madres solteras. Esta nueva autonomía de la mujer aniquila la identidad tradicional del hombre y aniquila sus antiguos valores patriarcales, basados en el control y el poder omnipotente sobre las mujeres.
En otras palabras, los hombres machos temen estar a merced de estas mujeres que los incitan sexualmente, pero que no dependen de ellos, y fácilmente pueden abandonarlos. Además, los exponen a la envidia, que no saben cómo canalizar constructivamente.
Agrego acá la extrapolación a lo social del fenómeno de los 11 feminicidios diarios. Matar a “estas mujeres malas” –malas según los valores patriarcales– es silenciosamente aprobado por la mayoría de la población masculina –y también por las ”mujeres buenas” –buenas en el sentido que siguen adheridas al rol sometido que les asigna el patriarcado.
Dicho en corto, el feminicida es el hombre que actúa en el inconsciente colectivo de la mayoría de la población, una mayoría que todavía tiene valores machistas. Y como mayor prueba de que la dimensión social de este choque entre el machismo y la nueva autonomía de las mujeres, va esta observación.
En los últimos años las autoridades políticas han aprobado una cascada de leyes pro mujer pero por otra parte no las aplican, mientras el sistema judicial silencia los crímenes sexuales femeninos y sabotea los procedimientos de investigación.
Otra contradicción muy visible. En ningún país del mundo las mujeres detentan tanto poder político como en México. Hoy las mujeres ocupan 50% de las curules del Congreso federal, 8 gubernaturas, la mitad de los ministerios del gobierno federal, hay 4 juezas en una Suprema Corte de Justicia con 11 sillas. En suma, las mujeres han roto la creencia patriarcal que reza que el poder es solo del hombre. Y sin embargo, al mismo tiempo, las nuevas instituciones estatales y privadas creadas por las mujeres de la política para proteger a las otras mujeres, han sido desmanteladas por el gobierno actual, aún si se trata de un gobierno que presume ser de Izquierda.
Y por fin, una tercera muestra del encontronazo entre el machismo colectivo y el empoderamiento de las mujeres, esta muestra muy plástica. En México no hay marchas más nutridas que las feministas, son marchas que inundan la avenida principal de la capital del país con mujeres de todas las generaciones y tonos de piel, y al mismo tiempo, para recibir cada marcha feminista anual, el Palacio del Presidente se amuralla con altas vallas metálicas.
Parece una paradoja pero no lo es: son los avances de las mujeres, por cierto insuficientes, lo que ha incrementado la agresión contra las mujeres. Es el afán de los hombres de mantener su dominio lo que ha incrementado los feminicidios y también la violencia familiar y la violación sexual fuera y dentro del matrimonio.
Entro ahora a la explicación psicodinámica del feminicida.
Como psicoanalista, yo me he formulado estas dos preguntas. ¿Por qué algunos hombres matan a mujeres? y ¿qué factores intrapsíquicos desencadenan su destructividad hacia las mujeres?
Empecemos por una breve definición del machismo.
El machismo es la excesiva afirmación de la masculinidad. Una excesiva afirmación obligada por la creencia en la superioridad biológica masculina. Es también una identidad centrada en el pene y en la potencia sexual y que corresponde a severas ansiedades pre edípicas de separación y de abandono.
Santiago Ramirez, uno de los fundadores del psicoanálisis mexicano, escribió en los años 50s del siglo pasado, que el mexicano tiene ”demasiada madre y poco padre.” Esta no solo es una descripción psicológica correcta, también es una descripción demográfica. Actualmente, 40% de los hogares en México son monoparentales, con sólo una madre y sin un padre. Y en la mayoría de los otros hogares, el padre es sádico, indiferente, es decir: emocionalmente no disponible.
Debido a esta ausencia física o emocional paterna, en el hogar típico mexicano, el hijo varón teme feminizarse y fusionarse con la madre, y cuando no logra renunciar a sus impulsos incestuosos y se siente impotente ante ellos (es decir, cuando no logra un Complejo de Edipo positivo), los contrarresta con una rabia crónica contra las mujeres en general. Es decir, un sadismo, desprecio y control sobre todas las mujeres.
Así, en el caso del macho, el miedo a ser suave “como una mujer” lo arroja a controlar a las mujeres, castigarlas, aislarlas, abandonarlas y hasta matarlas, lo que subjetivamente lo “masculiniza”.
Las siguientes 4 viñetas ilustran diferentes grados de conductas masculinas machistas. A fin de preservar la confidencialidad terapéutica, los hechos abajo mencionados propositivamente omiten otros datos que los podrían identificar.
- Viñeta 1. Se trata de una mujer desfigurada facialmente por quemaduras de ácido. El agresor fue su marido. Esta es su historia.
Ella proviene de una familia de la provincia, logró una beca para estudiar en la capital del país, consiguió trabajo bien remunerado y tuvo amigas feministas. Conoció a un hombre profesionista que ostentaba ideas progresistas, se enamoraron y se casaron. Ella procreó dos hijas, logró organizarse para seguir trabajando y ganar dinero. A medida que ella se mostraba más autónoma, él empezó a controlarla en todos los aspectos, incluso controlaba su dinero; le prohibió frecuentar sus amistades y frente a sus protestas, la violó sexualmente.
Ella decidió entonces dejarlo y se divorciaron. Empezó a salir con otro hombre y una noche, el ex marido la violó y le aventó ácido en la cara.
Después de 3 años, ella logró –con el apoyo de una ONG internacional feminista– levantar cargos contra él. Lo apresaron y está encarcelado más no juzgado. Con ayuda terapéutica y el apoyo emocional de una sororidad feminista, más 30 intervenciones quirúrgicas, actualmente ella trata de recuperarse y rehacer su vida, motivada principalmente por el deseo de seguir cuidando a sus hijas, y de ayudar a mujeres igualmente victimadas.
Cada día despierta con la sensación de estar muerta y de tener que volver a surgir a la vida. Teme ser asesinada por su marido si él sale de la cárcel libre.
Según el guion tradicional machista, la rabia del marido y sus tácticas de aterrorizarla debían haberla controlado. Al ser apresado, él dijo que ella era culpable de lo que le pasó, porque lo traicionó como una prostituta, negando que ya estaban divorciados. Obedeciendo su Super Yo masculino, fue que él decidió matarla.
Lo usual es que el hombre macho violento no suele recurrir al tratamiento psicoanalítico y si lo inicia, lo abandona rápidamente. Los que sí acuden autónomamente a tratamiento lo hacen por una brusca desnarcisización traumatizante al perder poder económico o político o por indicación de sus médicos por presentar sintomatología psicosomática. Pero al obtener alivio sintomático suelen abandonar el tratamiento. Los que se quedan en tratamiento son hombres pasivo agresivos, con impulsos funcionales a la mujer, problemas de dependencia y cuyo Ideal del Yo es ser tan macho como su padre narcisista sin que lo hayan logrado.
- Viñeta 2. Se trata de un hombre con varias carreras universitarias, que siente que a pesar de su educación no ha tenido logros concretos y en reacción tiene deseos conscientes y frecuentes de matar a mujeres.
Su patología se manifiesta claramente en sus desajustes sexuales. Evita el coito con su mujer que él asocia con ser explotado, vaciado por ella y por sentir que esta cometiendo un incesto. Es adicto a la pornografía, se masturba compulsivamente, satisfaciendo su voyerismo al contemplar escenas sexuales en que el protagonista masculino ejerce control sexual sádico sobre la mujer siempre dispuesta de servirle sexualmente.
Los personajes mencionados representan a sus padres en una relación sadomasoquista sexual y él se vive como espectador de su coito sadomasoquista. Este pre-edípicamente fijado a una madre ansiosa, siempre enferma, seductora, demandante , abandonadora y sádica. Él es el confidente de su madre y con él ella se queja de los maltratos del marido, a la vez que desprecia a este hijo por su pequeñez y su falta de poder real. Estos comentarios maternos acentúan su inferioridad frente al padre, concretamente en relación al tamaño de su pene en comparación con la virilidad paterna. Su agresión pasiva dependiente fue y sigue siendo su defensa predilecta frente a sus deseos fusionales a la madre. Es decir, para no fusionarse a ella tiene deseos de matarla. Su conducta hacia las mujeres es seductora, de pseudoayuda, pero intrapsíquicamente crónicamente despreciativa y con fantasías de matarlas o ser asesinado por ellas.
Por ejemplo, cuando él conduce su automóvil y una mujer automovilista se cruza en su camino, él siente deseos de atropellarla y matarla. A mi pregunta de por qué no realiza dichos deseos, confesó que su padre macho nunca maltrató físicamente a su madre.
Este ejemplo ilustra que la calidad del Super YO paterno es crucial en la contención de impulsos homicidas del varón hacia la mujer. En contraste, la manifiesta agresión física del padre hacia su mujer e hijas, induce en el hijo un Super Yo corrupto sin control de su odio a la mujer.
Durante mucho tiempo su transferencia principal fue a mí como a su padre, por dos razones. Me atribuía poder analítico, que envidiaba, y me sentía menos amenazante que su madre, quien le representaba la tentación incestuosa, debido a sus conductas seductoras.
- Viñeta 3. Se trata de un hombre cincuentón, poderoso económica y políticamente, que viene al tratamiento porque teme morir como su padre, a la edad que él tiene actualmente, pero no logra sostener la curiosidad por su propia psique.
El paciente, después de un periodo inicial en que asiste al consultorio regularmente, y se siente aliviado de su ansiedad por mis interpretaciones, empieza a faltar a sus sesiones, comunicándome por mensajes electrónicos sus múltiples triunfos económicos y su cercanía con personajes políticos de renombre. Por otra parte, insiste en pagar las sesiones a las que falta, mandándome con su chofer el dinero en efectivo.
Finalmente, le mando un mensaje electrónico en el que le digo que es indispensable que venga a una sesión para que hablemos sobre sus ausencias.
Cuando finalmente asiste a una sesión, exploramos las posibles motivaciones de sus ausencias y los significados de su estilo de pagarme relacionados con su historia personal. En particular exploramos el trato a su esposa, que dócilmente acepta sus ausencias, y el trato con sus amantes, a quienes gratifica económicamente.
La transferencia hacia mí es obvia. Le represento a la amante incondicionalmente disponible y su control económico sobre ella. Soy una mujer más de su harem.
Me comunica que no se siente motivado a cambiar nada en su vida, se siente muy satisfecho con sus logros, y me agradece que le haya ayudado a disminuir su angustia de muerte. Contra-trafransferencialmente, yo sentí que le era intolerable y amenazante mi “know-how terapéutico”, es decir: que mi poder analítico femenino violaba sus expectativas machistas.
- Viñeta 4. Se refiere al feminicida serial inglés, Sutcliffe, que fue estudiado psicoanalíticamente por terapeutas ingleses.
Cito en esta viñeta algunas de las elaboraciones psicodinámicas de aquellos profesionales, al igual que algunas mías.
Sutcliffe mató a 13 mujeres y falló en sus intentos de matar a otras 7 mujeres. Fue apresado y recluido de por vida. La prensa inglesa lo describió como un “animal repugnante”, negando que un gran número de hombres ingleses maltrataban físicamente a sus esposas, hecho reportado por instituciones terapéuticas inglesas que trataban a hombres violentos.
Sutcliffe creció en un entorno familiar violento, con valores machistas, donde el padre y el abuelo alardeaban de su potencia sexual y sus conquistas de mujeres. Sutcliffe, el hijo mayor, sintió que tenía que ser como su padre y sus tíos peleoneros y mujeriegos, pero a Sutcliffe no le gustaba mucho el sexo y los pleitos. Fue muy apegado a su madre, y siempre tuvo enorme miedo de ser “femenino”, al tiempo que temía a su padre violento.
La madre era sumisa al padre y estaba sexualmente a su servicio. Suttcliffe se dió cuenta que identificarse con la madre significaba ser débil, ser despreciado y no reconocido.
Se casó con una mujer muy joven, tímida, demandante y a quien se sometía repitiendo con ella su relación con la madre. Como le irritaba que su madre tuviera relaciones sexuales con su padre, hizo lo que la mayoría de los hombres, escindió la imagen materna en Madonna y en prostituta, es decir en mujer idealizada, abnegada y asexual y mujer sexualizada o prostituta.
Por su crónico pavor de ser invadido por lo femenino y a fin de negarlo, Sutcliffe tenía que sostener la convicción que todas las mujeres eran prostitutas, por lo que todas eran malas, y por eso decidió que tenía que matarlas. Entretener estas convicciones lo hacían sentirse “un hombre de verdad”, creencia que tenía que probarse constantemente a sí mismo y a los demás. Además, por lo dicho antes, temía al padre pero también lo admiraba, e intentaba identificarse con él, intención difícil porque el padre era distante y sádico.
Probablemente Sutcliffe se sentía inundado e impotente por sus impulsos sexuales hacia el padre (su Complejo de Edipo negativo). Entonces, para desterrar su feminidad y apuntalar su frágil masculinidad, empezó a matar en la realidad a mujeres.
Cada vez que violaba, apuñalaba y despedazaba el cuerpo de su víctima, se sentía VIRIL , poderoso, más no particularmente satisfecho sexualmente.
En breves palabras, Sutcliffe trató de evitar desintegrarse, matando mujeres. Es el caso de todo feminicida. Para ser “un hombre” –la idea patriarcal de lo que es un hombre–, mata mujeres.
Dra. Raquel Berman es psicoanalista; este trabajo fue presentado en el Congreso FEPAL, México 2022.
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