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Por Raquel López-Portillo Maltos
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A lo largo de la historia, el péndulo político latinoamericano ha oscilado entre caudillos, dictadores, revolucionarios, tecnócratas y demócratas. En cada etapa y con consecuentes altibajos, se ha mantenido una constante: la desafección de ciudadanas y ciudadanos hacia las instituciones y los agentes de representación política que les gobiernan. Ante este escenario, no sorprende que los latinoamericanos tengan en la mira nuevas posibilidades respecto a formas de gobierno.

De acuerdo al Informe del Latinobarómetro 2023, la región se encuentra más propensa que nunca al populismo, a la autocracia y al autoritarismo. El apoyo a la democracia continúa en el nivel más bajo desde 1995 con un 48%, mientras que el apoyo a la posibilidad de un gobierno autoritario si resulta eficiente alcanzó un 17%.

Los resultados deben de leerse no en términos aislados, sino a la luz de dos cuestiones fundamentales. Por una parte, América Latina no puede entenderse sin contemplar el presidencialismo que ha caracterizado significativamente a la historia política de la región. Si bien, la ola de democratización de las últimas décadas impuso límites al poder Ejecutivo en forma de división de poderes, órganos autónomos y reformas constitucionales, irremediablemente continúa el fantasma de los “hombres fuertes” que con su mano dura “mantenían las cosas bajo control”.

El voto de castigo partidista o ideológico mutó hacia la creciente elección de líderes carismáticos y populistas. En esta suerte de make Latin America great again, el autoritarismo se desliza de la mano de un hartazgo generalizado, un espíritu democrático endeble y un hiper-presidencialismo idealizado latente. Es una realidad en donde se busca imitar a líderes como Nayib Bukele, quien cuenta con el 90% de respaldo ciudadano. Se eligen promesas de fórmulas mágicas como las del autodenominado “dictador más cool del mundo”, exigiendo beneficios inmediatos a costa de los avances democráticos conquistados hasta ahora.

Sobra decir que la democracia no recae en un mesías y que, incluso los más prometedores, no están libres de pecado. Basta revisar el número de mandatarios de la región que en años recientes no han terminado su mandato ante acusaciones de corrupción, juicios políticos e intentos de perpetuarse en el poder. Claro, no sin antes erosionar el aparato institucional del que se valieron para llegar a la presidencia. El informe habla sobre un tiempo de “electo-dictaduras”, en donde se cambiaron las armas y los militares por boletas, pero con el mismo fin anti-democrático.

Por su parte, los resultados del Latinobarómetro deben medirse también en términos globales y comparativos. De acuerdo a los índices del Afrobarómetro 2021-2022, en los 36 países participantes la atracción por regímenes militares creció frente a la percibida insatisfacción de resultados por parte de gobiernos democráticamente electos. Pese a que el 66% de los encuestados prefieren a la democracia que a cualquier otro régimen de gobierno, sólo un 38% está satisfecho con su funcionamiento.

En el caso de los datos del Eurobarómetro primavera 2023, el 45% no confía en la Unión Europea, y 34%  tiene una visión pesimista del futuro de ésta. Los resultados obtenidos en otras regiones muestran, con sus respectivos matices, que se trata de una tendencia que traspasa fronteras y que, de haber una solución, habrá que pensarse en conjunto.

En el caso de México, tras la publicación del informe, el gobierno presumió el crecimiento de respaldo a la democracia, obviando las cifras del crecimiento al apoyo del autoritarismo, el deterioro en el apoyo a los partidos políticos o los intentos del presidente por cambiar las reglas electorales a favor de su partido. Más allá de filias y fobias, los resultados del Latinobarómetro son una llamada de atención por doquier: al gobierno, para tener en claro las deudas que tiene con la población; a la ciudadanía, para reflexionar sobre el frágil estado de la democracia y el peso de nuestras decisiones; y, en tiempos electorales, a quienes aspiran a ocupar la silla presidencial en 2024, pues estos datos son oro molido en el entendimiento de la percepción aquellos a quienes gobernarán. En un país y una región cada vez más complejos y con desafíos apremiantes, las voces ciudadanas exigen un mayor pragmatismo… al mejor postor.

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@RaquelLPM

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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