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Por Shelly Moses
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El tío Ben tenía mucha razón cuando le dijo a Peter “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Y es que aunque no seamos personas con superpoderes, nuestras acciones y nuestras palabras pueden impactar en la sociedad, más aún, cuando tenemos visibilidad pública.

Todas las opiniones son válidas, todos los puntos de vista son válidos, porque vienen desde cada una de nuestras realidades, sin embargo, debemos reconocer la responsabilidad que conllevan cuando las compartimos con personas de nuestro círculo por más pequeño o grande que sea.

Pero parece ser que las personas ahora llamadas creadoras de contenido -antes influencers- siguen sin comprender, después de tantos años, de tantos escándalos y tanta cultura de la cancelación, lo que es esta responsabilidad, siendo aún que algunos influencers han tenido también procesos legales por sus acciones y/o palabras.

Cuando creamos una comunidad, las personas que nos siguen, comulgan con nuestra forma de pensar y de actuar; es sólo natural, creamos un vínculo con personas que piensan y actúan como nosotros, entonces, teniendo esto en mente, ¿por qué seguimos permitiendo que personas sin preparación profesional en comunicación, tengan tanto poder? Se hacen famosas sin tener la mínima consideración de lo que generan en sus comunidades y en la sociedad; reconociendo todo el poder que tienen ante millones, sin saber lo que afectan nuestras realidades.

Casos como el de Luisito comunica, Florencia Guillot o YoStoP, dejan más que claro que debemos exigir una profesionalización. Con millones de personas viéndoles y creyendo ciegamente lo que dicen, sólo provocan desinformación y perpetúan acciones que no contribuyen a que nuestra sociedad sea más respetuosa, más pacífica y más objetiva.

Crear una opinión propia es una tarea ardua, que no todas las personas están dispuestas a hacer. Antes del boom de las redes sociales como medios de información, solíamos enterarnos de los acontecimientos con los periodistas, personas especializadas y con estudios en cómo brindar la información.

Orson Welles, en los años 30, consideró que era buena idea hacer una dramatización de la novela de H. G. Wells “La guerra de los mundos”, en donde narraba cómo iniciaba una invasión alienígena en la tierra. La historia es larga, y no quiero aburrirles con ella -aunque a mí me parece fascinante- sin embargo, lo que me interesa comentarles son las reacciones de la gente al escuchar a Welles, pues muchas personas lo creyeron real, hubo caos y suicidios, todo por una noticia falsa.

Hoy, probablemente, si llegásemos a escuchar algo así, lo primero que haríamos sería consultar las redes sociales para ver si es real, pero… ¿sería aún real si vemos que algún creador de contenido famosillo reafirma lo que está ocurriendo? Y es que esto no es lejano de lo que ocurre con los temas actuales. 

El punitivismo que promueve Luisito comunica y la falta de humanidad en sus palabras, el romanticismo de una relación claramente abusiva de menores en el caso de Florencia Guillot, o la revictimización de una violación en el caso de YoStoP, es sólo la punta del iceberg. Las personas siguen estos ejemplos, y dejan de informarse por personas preparadas, es decir, por periodistas que pasan mucho tiempo investigando y corroborando datos para que la sociedad pueda generarse una opinión propia y no crea algo que no es real, para que tenga diversos puntos de vista y con ello, pueda decidir su propio actuar y no sólo dejarse llevar por lo que UNA persona piensa.

En 2022 se hizo público que China exigirá por ley que los influencers estén calificados para hablar de temas complejos. La desinformación en nuestra actualidad es una realidad que hay que atacar de manera urgente, y aunque la ley China pretende combatir otras cosas más allá de la desinformación, no podemos pasar por desapercibido que es necesario que quienes tienen el poder de ser vistos por millones, estén preparados para ello.

Para muchas personas es obvio que muchos influencers hacen contenido pagado y por ello hablan bien o mal de marcas o inclusive personas y no se dejan influenciar por sus opiniones, pues son pagadas, o también, que saben que estos creadores de contenido hablan sin conocimiento alguno de los temas… Sin embargo, hay quienes toman como realidad todo lo que dicen, lo cual resulta peligroso y dañino. 

Estamos en una era de sobreinformación, lo único que podemos hacer, es enseñar a las nuevas -y no tan nuevas- generaciones a lidiar con ello, a no quedarse con lo que una sola persona dice o hace, de exigir la regulación de quienes brindan información, porque sí, un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

Es licenciada en Ciencias de la Comunicación y maestrante del Tec de Monterrey, se ha dedicado por más de 13 años a relaciones públicas para literatura, negocios, emprendimiento, y tecnología, entre otros. En 2016, fundó La Puerta, una agencia boutique de relaciones públicas que busca dar visibilidad y exposición en medios a proyectos que contribuyan al crecimiento de nuestra sociedad. Ha apoyado a más de 40 empresas nacionales e internacionales a alcanzar sus objetivos de comunicación.
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@ShellyMosesL

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.