Por Synthia Gutiérrez*
Busco a mi hijo Gustavo Ángel Godínez Gutiérrez desaparecido desde el 30 de junio de 2017. Tenía entonces 15 años; ahora 21.
Tengo claro el momento en que lo ví por última vez; eran las 12 y me dijo que regresaba rápido porque entraba a la secundaria a las 2.
Cuando a la 1 de la tardé no llegó, ahí empezó mi búsqueda y no he parado en estos más de 6 años.
Mi experiencia en el colectivo de búsqueda ha sido encontrarme con hermanas del mismo dolor, acompañarnos y darnos ánimo; a veces llorar de frustración, de miedo, de desesperación y también de emoción cuando vemos que alguien por fin se encuentra con sus tesoros.
Nuestra mejor terapia es buscar a nuestros desaparecidos y caminar con las compañeras del mismo dolor.
Ante cualquier llamada o mensaje que recibimos, nuestro corazón de madre vuelve a estremecerse. Sabemos que muchas llamadas son falsas y de todas formas acudimos al lugar donde nos dicen que están sus restos, para no quedarnos con la duda.
Me he dado cuenta que a veces la gente se cansa y que cada día son menos las familias que pierden las esperanzas y no salen a buscar a sus desaparecidos. En ese caso cuando nadie los reclama o los está buscando, van a la fosa común.
Nosotras seguimos saliendo a buscarlos. Lo hacemos con frío o calor, lluvia y a veces hasta con las manos escarbamos la tierra y también buscamos en el mar.
Muchas veces sus restos los sacamos de fosas clandestinas que son hoyos que hacen en la tierra y ahí los entierran y algunas más los encontramos en hornos perdidos en medio del monte, esos también son hoyos pero igual hay otros que son incinerados en la superficie.
Yo creo que aunque sea tan duro, tan doloroso, no debemos dejar de buscar y a las familias que por alguna razón no puedan, les pido que vayan y se saquen la muestra de ADN para identificarlos con más facilidad.
Este 30 de agosto significa mucho es día de recordarles a las autoridades que nosotras somos la voz de más de 100 mil desaparecidos y están presentes todos los días en nuestras oraciones, esfuerzos y encontrarlos es lo que nos da esperanza y muchas veces esa lucecita es lo que nos permite poder mover las piernas y sacar fuerzas de dónde sea.
Porque nos faltan todos, no pararemos hasta encontrarlos.
*Colectivo Madres Buscadoras.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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