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Por Trizia Herrera, mamá de una pequeña feminista. Politóloga dedicada a los Asuntos Públicos con enfoque en Salud; directora general de EPLOC. Amante del buen vino y de los perros.
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Hace unos días, se dio a conocer como bombo y platillo que después de más de cuatro décadas (sí, solo cuatro), la investigación científica “está cerca” de contar con un medicamento para la endometriosis, enfermedad que aqueja a cerca de 190 millones demujeres en el mundo y se desconocen por completo sus causas. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la endometriosis es una enfermedad crónica en la parte exterior del útero, la cual se manifiesta a través de un dolor intenso durante la menstruación, las relaciones sexuales, al defecar o al orinar; además, provoca dolor pélvico crónico, distensión abdominal, náuseas, fatiga y, en recurrentes ocasiones, depresión, ansiedad e infertilidad. Puede atacar a mujeres desde la primera menstruación y hasta el término de la menopausia.

La endometriosis no tiene cura y el tratamiento básicamente ayuda a las mujeres a vivir controlando los síntomas a través de medicamentos hormonales como anticonceptivos, medicamentos para el dolor o cirugía. Sin embargo, los tratamientos dejan una posibilidad de recurrencia y pueden tener efectos secundarios complejos. Además, cabe señalar que, para llegar a un diagnóstico definitivo, las mujeres deben pasar por cerca de 10 años de procedimientos invasivos, dolor y estigma. Esto debido a que muchos de los síntomas asociados al dolor pélvico, son minimizados por los médicos como “cólicos menstruales”, así como efectos asociados al sobrepeso o algún aspecto psicológico.

El primer caso diagnosticado con todos los síntomas expuestos data de 1690, documentado por un médico alemán llamado Daniel Schrön. Sin embargo, es en 2024 cuando parece que por fin estamos cerca de un medicamento para curar esta enfermedad por lo que desde que lo supe no pude dejar de pensar ¿por qué hasta ahora empezamos a aproximarnos a un medicamento para una enfermedad que impacta de tantas formas la vida diaria de 1 de cada 10 mujeres en el mundo? Inevitable pensar en un sesgo de género. 

Me di entonces a la tarea de revisar evidencia sobre la investigación médica de los padecimientos asociados a la salud de la mujer y el sesgo de género, el cual históricamente se ha reflejado desde la selección de participantes en ensayos clínicos hasta el enfoque, priorización y financiamiento de la investigación. Este sesgo, ha contribuido a la falta de comprensión que hoy aún se tiene sobre las diferencias biológicas y de salud entre hombres y mujeres, afectando la efectividad y efectos secundarios de tratamientos y terapias. 

Algunos hechos interesantes sobre el sesgo de género en la investigación médica:

• La investigación clínica se ha enfocado, por décadas, en el sexo masculino. No solamente en los hombres, sino desde las primeras etapas de investigación científica en animales, se han tomado solamente especímenes del sexo masculino, dejando de lado el femenino debido a una serie de “complejidades y variabilidades hormonales”.

• Fue hasta 1993 cuando se mandata la obligatoriedad de incluir mujeres en estudios clínicos en Estados Unidos, uno de los países donde se lleva a cabo gran parte de la investigación científica mundial en medicina.

• Entre 2004 y 2013, las mujeres en Estados Unidos sufrieron más de 2 millones de efectos adversos derivados de medicamentos, comparado con sólo 1.3 millones en hombres, de acuerdo con datos de la FDA (Food and Drug Administration).

• Se ha descubierto en fechas recientes que hay medicamentos que tienen efectos secundarios diferentes en hombres y mujeres, tal es el caso de la enfermedad cardiovascular que se presenta diferente entre ambos sexos.

• La atención prioritaria de la investigación médica ha dejado de lado por décadas, enfermedades como endometriosis u osteoporosis, en comparación con otros padecimientos que afectan a los hombres.

• Fue hasta 2020 y 2022 que el número de proyectos financiados por el National Institute of Child and Human Development de los Estados Unidos, centrados en la endometriosis aumentó de 32 a 52. 

Como muestran estos últimos hechos, se ha ido generando conciencia sobre la importancia de romper con el sesgo de género en la investigación médica, a través de diversas iniciativas. Por un lado, los entes financiadores de investigación, así como las revistas científicas están promoviendo políticas y directrices que exigen la inclusión equitativa de hombres y mujeres en la ejecución de ensayos clínicos y la presentación de resultados desglosados por género.

La sensibilización de estudiantes y profesionales en la práctica clínica, así como políticas con perspectiva de género son fundamentales para superar esta discriminación y desigualdades arraigadas en la ciencia médica que tanto retraso han traído a la atención de enfermedades de la mujer. Una columna más del patriarcado para derribar.

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@trixhnavas

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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