Por Ivabelle Arroyo
La minúscula aportación que hago al merecido reconocimiento de Opinión 51 a Cristina Rivera Garza es a través de Joaquín. Joaquín es un fotógrafo. No sé si en el mundo físico exista alguien que haya servido de modelo para este hombre, pero en el mundo real, el de las letras, el de los personajes inmortales, es un fotógrafo de putas de principios del siglo pasado. No me vayan a cambiar el ofensivo e impropio sustantivo, porque le quitarían carácter a Joaquín. Es un fotógrafo de putas y de locas y así se decía y así era.
Pero Joaquín es mucho más. Joaquín fue mi acercamiento a la sofisticada escritura de Rivera Garza. No me miren así, me sonrojo. Ni con todo el impacto que tuvo su novela sobre el verano de Liliana, me había acercado yo a su pluma, y cuando lo hice, fue a través de Joaquín, ese personaje que hila todas las historias importantes en su novela “Nunca me verán llorar”.