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Por Ivabelle Arroyo

 En las maravillosas escaleras del surrealista autoritarismo mexicano, recientemente fuimos testigos de la construcción de un nuevo peldaño. El presidente, al parecer cansado de los sutiles encantos del Senado, decidió que la democracia era un juego demasiado perverso porque le da voz a otros y optó por designar directamente a Lenia Batres como Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Desde el principio tuvo toda la intención de hacerlo solo. ¿O por qué mandaba ternas intransitables al Senado?

Y claro, después de que el Senado tuviera el atrevimiento de rechazar sus opciones, el presidente decidió que la mejor manera de lidiar con esta contrariedad era salirse con la suya y nombrar a Batres porque al fin y al cabo, ¿quién necesita la legitimidad del Senado cuando se puede tener una designación presidencial y una ministra que se lo deba todo, pero todo todo a su jefe político?

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.