No aprenden, de verdad. La bióloga María Álvarez Buylla puede pasar a la historia como la única científica que, en un régimen con tintes autoritarios, haya desatado un movimiento estudiantil con alcances aún insospechados.
Álvarez Buylla tiene camino andado en provocar úlceras y blindar su tanquecito. Comenzó con movimientos que podríamos llamar burocráticos en 2018 e hizo caso omiso del primer círculo de influencers científicos en Conacyt. Le siguió con el apoyo a la reducción presupuestal de centros de investigación y el asesinato de los fideicomisos que hacían posible el ejercicio ininterrumpido de actividades científicas.
Muchas voces se levantaron, pero Álvarez Buylla se puso un temible uniforme de intocable y siguió su política hormiga de terror. Un día un centro acosado. Otro día un investigador. Y luego, los premios a los que sí la entienden: para pasmo de los enterados, sus cortesanos otorgaron el trofeo mayor en la ciencia subsidiada al fiscal General de la República, sin hacerle pasar por “palitos 1 y palitos 2”.
Se alzaron más voces, pero de las que no importan: señores y señoras de biblioteca, de cubículo, investigadores, escritores e intelectuales que no son escuchados por el pueblo bueno que sale de la primaria sin entender lo que lee.
La pequeña tirana del departamento de la ciencia buena siguió su camino y mandó policías contra 31 científicos del pasado, acusándolos de hacer el mismo daño o más que el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán y el temible Cártel Jalisco Nueva Generación. No los ha puesto tras las rejas, pero los tiene aterrorizados y el mensaje llegó sin ruido a otros rebeldes.
La lista de decisiones de reina roja continúa, siempre con el mismo resultado: pasmo, indignación y vocerío de ilustres del pasado neoliberal que no llega a las alturas del balcón de la científica déspota… hasta ahora, que topó con estudiantes.
El acoso a la institución educativa CIDE podría haber sido visto como un cambio burocrático más, al estilo autoritario (al que, por cierto, no escapan otras instituciones educativas), pero se inscribe en el ecosistema despótico que ha ido construyendo la bióloga y ya llegó a donde prenden las mechas más peligrosas para todos los sistemas políticos: el bosque de los estudiantes.
No aprendió nada de su generación con Díaz Ordaz ni con Echeverría. No aprendió nada del manejo oficial de la desaparición de estudiantes en Guerrero. No aprendió nada de los movimientos en Europa y en el mundo que han nacido con estudiantes sentados afuera de sus instalaciones. Ya no son los del CIDE. La tirana va a pasar a la historia por ser la culpable del primer movimiento estudiantil contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
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