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Ivabelle Arroyo

Ahora resulta que el 16 de septiembre, el día en el que nos envolvemos en la bandera y hacemos como que entendemos lo que significa la patria, el Presidente nos mostrará cómo se defiende ésta ante los malévolos gringos que quieren decidir cómo gastamos el petróleo.

Y suena como a mexicanos al grito de guerra y todo eso. Pero es falso. La soberanía del país no está en entredicho porque Estados Unidos y Canadá quieran revisar la política energética como violatoria del Tratado de Libre Comercio.

Empecemos por lo simple, por la caricatura: la propiedad del subsuelo y de los veneros del diablo. Eso sigue siendo del Estado y ninguna consulta por el TMEC lo está poniendo en entredicho. Lo tienen que reconocer incluso quienes creen que la soberanía es la propiedad del petróleo.

Esa propiedad no está cuestionada, pero además, eso no es soberanía. La soberanía alguna vez se identificó con la propiedad del petróleo porque por ahí pasaba la capacidad del Estado mexicano de tomar decisiones internas. Es un momento de nuestra historia y la soberanía, como entonces, es la capacidad para tomar decisiones sin injerencia extranjera dentro de nuestro territorio. Simplificado, que conste.

Esa capacidad de autodeterminación se manifiesta de distintas maneras: eligiendo autoridades, haciendo leyes sin la intervención de Putin o de Biden, firmando tratados internacionales que nos hacen ser socios de Estados Unidos o Canadá u otros. El Presidente mexicano presume que Joe Biden, el presidente norteamericano, le dice que son iguales. Perdón, pero los que son iguales, en el marco de la relación comercial, son los países. México y Estados Unidos. Biden que se olvide, López Obrador que no presuma.

El problema que enfrentamos hoy con los cuestionamientos canadienses y norteamericanos no tiene qué ver con el orgullo nacional ni con nuestra bandera. Es un problema de relación comercial. El gobierno mexicano, desde la perspectiva de los del norte, está incumpliendo con los acuerdos de ventaja e igualdad comercial que se firmaron entre los tres países. Por lo tanto, debe arreglarlo o demostrar que es falso o atenerse a las consecuencias. Las consecuencias no son de injerencia extranjera, son comerciales. Si México falta a su palabra, no sólo se cierra la puerta a inversiones que confiaban en un marco normativo, sino que Estados Unidos y Canadá pueden también decidir faltar a su palabra en otros rubros.

Por ejemplo, en el ramo automotriz. O en el agrícola.

Y eso, perdón, pero no tiene que ver con Lázaro Cárdenas o el patriotismo del presidente. Eso tiene que ver con pesos y centavos, con empleos y bienestar económico.

¿Por qué hay mexicanos que están en contra de violar el TMEC? ¿Por traidores? ¿Porque defienden los intereses de los gasolineros gringos? ¡Por favor! ¡Claro que no! Es porque violar el TMEC cierra las puertas de exportación en otros sectores y eso no le conviene a los mexicanos. Olvídense de los extranjeros. Es un asunto de conveniencia nacional.

@ivabelle_a

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