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Por Ivabelle Arroyo

El principal argumento del historiador Pedro Salmerón para contraatacar a quienes osaron mancillar su imagen es que no existen denuncias formales por acoso ante autoridad alguna en su contra.

El indecoroso planteamiento del ex profesor es que aquí él es la víctima.

Lo acusaron de una conducta. No una vez. No dos. No una alumna, varias; de distintas generaciones. No en una sala, tampoco en un ministerio público, pero sí en diversos medios de comunicación, algunas en anonimato, otras con nombre, cara y apellido. Una rápida búsqueda en Internet, casi cuatro años después, arroja cuatro testimonios directos en medios audiovisuales y prensa, con un modus operandi similar: mensajes invitadores. Invitar a una mujer no tiene nada de malo, pero desestimar la propia situación de poder y hacerlo insistentemente en condiciones de desigualdad es acoso.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.