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Pero qué molesta es esta mujer. Por poco y la matan y no atiende razones. Ya le dieron protección como activista y en lugar de tranquilizarse, creció su espíritu de revoltosa. Ya le dieron recursos para que se quite las marcas y las secuelas orgánicas del ácido que le echaron en la cara y en las piernas y por alguna razón, en lugar de agradecer y callar, quiere que se dicte sentencia contra sus agresores. Qué sobreviviente tan molesta. No se acomoda en su lugar de víctima.

Imagino así la reflexión de muchos hombres y no pocas mujeres, principalmente en la clase política de Oaxaca, en donde la saxofonista María Elena Ríos recibió una cubetada de ácido de manos de un hombre desconocido que llegó a su lugar de trabajo con la intención directa de hacerle daño. No fue un altercado ni una noche loca ni un callejón obscuro. El hombre desconocido traía esa encomienda.

Eso fue en 2019. El ácido destruyó gran parte de la cara de María Elena y dejó daños en boca, garganta y piernas, que ardieron durante 90 días en un hospital de donde no salió muerta. Esa fue su primera necedad: salir viva y además acusar a su ex pareja, un hombre conocido en la clase política y empresarial de Oaxaca que terminó por entregarse pero que no tiene sentencia firme.

Su segunda necedad fue abrazar el papel que feministas, organismos de derechos humanos y víctimas de violencia le pusieron. Su caso servía para contar otras historias y su voz es desobediente y fuerte.  Es una mujer obstinada, con un discurso estridente y una personalidad que se creció a las quemaduras. Una mujer muy molesta, una víctima muy incorrecta que generaliza al hablar del Estado feminicida, de los privilegios blancos, de su color prieto y de la violación de derechos. Su discurso es rencoroso, pero tiene la razón.

En Oaxaca ha habido este año más de 90 feminicidios y no se sabe cuántos intentos. El de María Elena Ríos, hace tres años, es un caso especial no por distinto, sino por la fuerza de María Elena. Eso, que algunos ven como oportunismo y estridencia y explotación de su caso, es lo que vuelve visible el fenómeno completo en Oaxaca y en el país.

Que ella se levante y le hable de tú al gobernador, con sarcasmo y hasta insultos no es un error que la aleja de la protección del Estado. Es su derecho. Y si quisiera hacer política contando su historia también sería su derecho. Y si quisiera hacer una campaña contra el gobernador porque este no responde a la violencia contra mujeres, también estaría en su derecho. Entiendo que ella no quiere nada de eso, pero lo hago explícito para anular el argumento: si quisiera ganar dinero, votos o fama, estaría en su derecho y ojo, no por ser víctima, sino porque esos son anhelos legítimos de todos los ciudadanos.

Eso no lo entienden los gobernantes. Ella debería portarse vulnerable y agradecer al cielo que le compensen algunos de los gastos de su reconstrucción facial. ¿Por qué se mete con la esposa del gobernador? ¿Por qué protesta en la Guelaguetza? ¿Por qué acompaña a los organismos defensores de mujeres y lleva la cuenta de los feminicidios en Oaxaca? ¿Por qué no mejor usa su historia para mostrar las bondades de los hombres que le reembolsan los gastos? Y lo más importante de todo: ¿por qué quiere que haya castigo a los responsables?

Qué mujer tan molesta, de veras. Qué sobreviviente tan estorbosa.

@ivabelle_a

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