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Por Jacqueline Camacho
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En los recuerdos de mi infancia, el poder de elección parecía tan sencillo como decidir si quería salir a jugar o quedar sumergida en las páginas de un libro. En esos tiempos, mi voz interna resonaba con una claridad asombrosa, priorizando mis deseos y necesidades por encima de las expectativas de los demás.

Sin embargo, al adentrarme en la complejidad de la adolescencia, la sinfonía de elecciones se tornó más complicada. Mis decisiones ya no se basaban únicamente en mi propio deseo, sino en el intento de llenar los vacíos de otrxs, en encajar y pertenecer a un molde preestablecido. El "no" se volvía un eco más débil, sofocado por el temor a perder amistades o desafiar límites autoimpuestos.

Fue en la adultez cuando experimenté un cambio que removió cada perspectiva. Al inicio, me sumergí en la ilusión de la felicidad al seguir las normas establecidas por otrxs. Decía "sí" para evitar perder más relaciones en mi vida, pero a medida que pronunciaba más "síes", me percaté de que estaba perdiéndome a mí misma. En esa revelación, el "no" emergió como un faro, iluminando el camino hacia la autenticidad.

Descubrí que decir "no" no era un acto egoísta, sino una afirmación de amor propio profundo. Este amor propio no es el romántico que se menciona con frecuencia, sino aquel que nace de la incomodidad de decir "no", liberándome de relaciones que ya no encajaban en mi vida. Cada negativa se convirtió en un pilar de mi identidad, en la capacidad de decir "no" encontré la libertad de ser la creadora, escritora y narradora de mi propia historia.

A lo largo de los años y los desafíos, cada elección se convirtió en una herramienta para esculpir mis sueños y dar forma a mi vida. Establecer límites se volvió una forma de arte, delineando los contornos de mi existencia. Dejé atrás la carga de llenar mi vida con las expectativas y sueños de otrxs aprendiendo que mi destino era un lienzo en blanco listo para ser pintado con los matices de mis elecciones.

Cada "no" pronunciado me condujo a nuevas aventuras, revelando versiones inexploradas de mí misma. En el proceso, dejé personas en el camino, pero también sumé a aquellos que apreciaban mi autenticidad. Reconocí que el poder de elección no solo es un privilegio, sino una responsabilidad. Si no le diera la importancia que merece, no podría vivir mi vida plenamente ni asumir la responsabilidad de cada elección.

Así, con cada "no" pronunciado con valentía, me afirmé como la arquitecta de mi destino. En cada elección, en cada límite establecido, encontré la magia que me conecta con la esencia misma de quien soy. La historia de mi vida se teje con hilos de elecciones conscientes, y en cada capítulo, me celebro como la verdadera creadora de mi propio destino.

Soy Jacquie Camacho, una amante de la naturaleza y siempre curiosa. Diseñadora y social media manager en Opinión 51.
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@jacquiecamy

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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