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Hace muchos, muchísimos años, fui a mi primera entrevista de trabajo. Me hablaron a las 10 de la mañana y me citaron para el mismo día en un corporativo que, si mal no recuerdo, estaba en Polanco, a más de una hora de distancia de mi casa.

Yo nací con el pelo rizado y por muchos años tuve una melena que habría acomplejado a un león. Apenas llegaban las planchas a México, como innovación para alaciarlo, y las intervenciones con pistola de aire eran largas y laboriosas. No me daba tiempo de intervenirlo, así que decidí peinarme con una media cola y asistir a la entrevista sin preocuparme por no haber ido al salón de belleza a “prepararme”. La encargada de Recursos Humanos me hizo un par de preguntas y al finalizar se permitió darme algunas recomendaciones para mis futuras entrevistas de trabajo: “no uses aretes tan grandes, ponte aunque sea un poco de sombra en los ojos y, sobre todo, no vayas nunca con el pelo rizado”.

No me dieron el trabajo. Fue, de hecho, la única entrevista en la que he sido rechazada. Pero por muchos años ese comentario me acomplejó. Me hizo sentir fuera de lugar, poco apta para el mundo laboral y poco contenida en un ambiente que me lo exigía. Me acuerdo de esa entrevista cada vez que veo una foto de Claudia Sheinbaum, con el pelo perfectamente engominado en una cola de caballo, lacio y domesticado.

Las encuestas publicadas esta semana por El Financiero nos dicen que su campaña no está resultando. Menos gente votaría por ella para presidenta que hace un par de meses y más gente piensa que se dedica a promocionarse más que a gobernar. Pareciera que la mayor exposición de la jefa de Gobierno está resultando contraproducente para su objetivo o tal vez se deba al personaje que están presentando y que tengo la impresión de que poco tiene que ver con ella.

En las últimas semanas, la hemos visto despachando desde su modesto departamento, “tocando” una guitarra, montada en una motocicleta. La escuchamos contando un chiste y la vimos bailando en su cumpleaños.

¿Por qué? En todas las campañas vemos lo mismo: candidatos comiendo tacos en el mercado, bailando alguna cumbia, en jeans y camisa arremangada. Ahora cantan rap y tocan guitarra. Antes tocaron flauta, piano y hasta batería.

Y sí, la cercanía es útil cuando transmite que conocen problemas, realidades cotidianas y que porque las conocen, saben resolverlas. Pero creo que tenemos que entender y abrazar la diversidad en el país. La simpatía ayuda, pero no determina, y la empatía, la capacidad y el carácter siguen siendo determinantes.

Sheinbaum tiene una trayectoria amplia. Ha sido delegada, secretaria local y jefa de Gobierno. Seguramente tiene resultados que podría aprovechar y que la mayoría de los capitalinos desconocemos. También podría hablar de lo que le ha significado ser mujer en un mundo de hombres, en un partido de hombres, con un presidente que la tenía de favorita, pero parece querer inclinarse por un hombre.

Podría contrastar con el presidente y hablar de política pública, que quiero pensar que ella sí entiende bien.

Podría ser una voz fuerte, independiente, cobijada por la popularidad del presidente, pero alentada por contrastar los positivos que tiene contra él.

En vez de eso pareciera estar cómoda con hacerse chiquita, comprar las batallas de Palacio Nacional, salir todos los fines de semana a otra entidad para hacer campaña.

Yo pienso que las mujeres aún tienen muchos retos en política. Uno de ellos es demostrar que son capaces de gobernar, aunque la mayoría de las encuestas todavía diga que no; que no son el remedo de los hombres, que tienen voz y proyectos propios. No tienen la obligación de ser simpáticas ni guapas ni complacientes, pero sí tienen la responsabilidad pública de dar resultados.

Ojalá dejaran que Claudia enseñara esa parte. La de las confrontaciones que dicen que tuvo que dar para vacunar rápidamente a la Ciudad de México, la del proyecto de seguridad pública, la de los apoyos agrícolas. Haber hecho gobierno es más ventaja de la que pudiera tener cualquier otro candidato de Morena. Ojalá se dé cuenta y se atreva a asumir su voz. De lo contrario el resto de las mujeres no ganamos nada de que haya mujeres en el poder.

Mientras no esté cómoda con su persona su personaje no será exitoso. Tal vez para asumirse pueda empezar con volver a su pelo rizado. Un signo de autenticidad que le ayudaría, creo yo.

@jainapereyra

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