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Por Jacqueline M. Camacho Rivera

Hace unos meses llegó a mi vida la historia de Momo de Michael Ende. Cuando tuve en mis manos el libro sentí que ese relato cambiaría algo en mi interior, y desde la primera página esa intuición se volvió certeza. Sin spoilers y si aún no tienes la oportunidad de leerlo, Momo es la historia de una niña que posee una maravillosa cualidad: la de saber escuchar profundamente a los demás. Más que una habilidad, Momo desea ayudar a la gente a humanizar sus vidas, sobre todo cuando los hombres grises –aquellos fríos personajes que quieren "ahorrar tiempo"– deciden apoderarse de uno de los bienes más preciados de las personas: el tiempo.

A veces, creo que todos llevamos dentro un pequeño hombre gris. Cada día elegimos, consciente o inconscientemente, si alimentamos a esa parte de nosotros que se preocupa por el "ahorro de tiempo" o por la eficiencia fría y distante, o si, por el contrario, elegimos vivir desde el amor. Los hombres grises existen en cada momento en que vivimos sin cuestionar a dónde se va nuestro tiempo, en cada ocasión en que sacrificamos nuestras pasiones y la alegría por un supuesto beneficio futuro. ¿Cuántas veces nos hemos entregado a ese hombre gris que roba nuestra alma, nuestro aliento, nuestra vida?

Hace unos días, escuché un podcast que hablaba de la verdadera importancia de nuestras decisiones: ¿qué es más valioso, el tiempo o el dinero? Ofrecían un ejemplo sencillo y potente: ¿aceptarías ganar $100,000 dólares mensuales si eso significa que tu salud mental se deteriora, que no tienes relaciones sanas, que no compartes tus talentos y que odias tu trabajo? Ese ejemplo me hizo pensar profundamente en lo que valoramos y en dónde estamos invirtiendo nuestras vidas. ¿A qué le damos nuestro tiempo? ¿En qué puntos estamos sacrificando nuestra esencia?

Y recordé que en esta vida hay algo fundamental: el compartir. Porque la verdadera felicidad no solo radica en lo que hacemos, sino en hacerlo con quienes amamos. Vivir desde el amor y la pasión es también un acto de conexión, una invitación a compartir experiencias y crear recuerdos con aquellos que hacen nuestra vida significativa. Tal vez el secreto está en enfocar nuestra mente en la creación de nuestra vida y en la conexión de esa felicidad genuina que se construye en compañía. Cada vez que dirigimos nuestra energía hacia esos momentos de verdadera conexión, le damos un propósito a nuestro tiempo. No se trata sólo de "aprovechar el tiempo", sino de vivirlo y compartirlo de una manera que enriquezca nuestra existencia y la de quienes nos rodean. A veces, llegamos a una especie de “muerte en vida”, como dicen: hay personas que mueren a los 20 y las entierran a los 90. Vivimos según las expectativas, el rendimiento y la eficacia, olvidándonos de lo esencial, de aquello que realmente nos da alegría y sentido.

Quizás el verdadero reto está en aprender a usar nuestro tiempo desde el amor, la pasión, el gozo y la libertad mental, como hacía Momo. Ella, a través de su capacidad de escuchar, de conectarse con los demás y de vivir plenamente el presente, nos muestra el poder de una vida plena. Y tal vez necesitamos recordar que cada vez que vivimos un momento desde el amor y no desde la urgencia, le arrebatamos algo de poder a esos hombres grises. Nos reencontramos con nosotros mismos y dejamos de ser "productivos" para empezar a ser humanos.

Entonces, llegué a la conclusión de cuestionarme ¿cómo he vivido mi vida hasta ahora? ¿Siendo un hombre gris, atrapado en la prisa y en el “ahorro de tiempo”, o permitiendo vivir la vida a mi manera, conectándome con lo que de verdad me da felicidad y paz? Ahora, te extiendo una invitación a reflexionar sobre ello, a tomar una pausa y preguntarte: ¿dónde y en qué estás invirtiendo tu vida? ¿Qué sería más valioso para ti en este preciso momento?

Gracias por leerme y por llegar hasta aquí. Me encantaría saber tu opinión: ¿has leído Momo? ¿Te gustaría leerlo? Déjame un comentario y cuéntame qué piensas sobre en qué invertimos nuestra vida y cómo decidimos compartirla.

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@jacquiecamy

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