Por Jimena de Gortari
La acción de escuchar implica poner atención al entorno sonoro que nos rodea, al hacerlo estimulamos diferentes zonas del cerebro y la respuesta que obtenemos está condicionada por lo que se ha escuchado anteriormente ya que contamos con un almacén sonoro. Desde antes de nacer estamos rodeados de sonidos: el latido del corazón de nuestra madre, su respiración y, aunque amortiguados, algunos de los sonidos del mundo exterior. En esta columna ya se ha descrito la importancia del sentido de la audición y sus posibilidades.
Cuando escuchamos el mundo que nos rodea, descubrimos que hay sonidos familiares y extraños, agradables y desagradables, también hay sonidos que curan; existe el día de los sonidos curativos.
Cada vez hay más personas implicadas en el cuidado de los bosques por sus propiedades sonoras, lugares en los cuales el silencio nos da serenidad frente a la aceleración del mundo cotidiano.