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Por Jimena Merodio

Como toda actriz recién egresada de la carrera de actuación, me sentía llena de sueños y esperanzas.

El mecanismo que se supone que tenía que seguir era llevar mis fotos y currículum con los directores de casting más importantes del país. Uno de los más famosos era Coco Levy, por ser Director de casting en Videocine, una de las productoras más importantes de cine del país.

Llegué a mi cita con mis fotos y mi currículum. Lo primero que hizo fue mírame de arriba para abajo, la sensación es intimidante. Recuerdo que me dijo: “Buen busto, a ver, sonríe”. Lo hice y él completó: “No está mal”. Durante el tiempo en que estuve sentada en su oficina lo único que hizo fue intimidarme. Me dijo que mis fotos no servían, que recibía miles de fotos iguales, ¿qué iba a hacer yo para destacar? ¿De verdad creía que con esas fotos iba a llamar la atención? Lo que hizo fue retarme a que le “demostrara” de lo que era capaz.

Una que es muy ingenua, cae. Solo porque quieres cumplir tus sueños. Y ahí fui a tomarme unas fotos, en estas se me veía la espalda y tenía el maquillaje corrido. Regresé a la siguiente cita y me dijo que estaba muy orgulloso de mí. Que había sacado “la loba que llevo dentro”, que no me imaginaba todas las cosas que iba a conseguir. En esta segunda cita se me acercaba mucho, me acariciaba los brazos. Me dijo que las actrices tenían que hacer algunas cosas para llegar a donde estaban, que si estaba consciente de eso. Aunque yo sabía en mi interior desde la primera cita que no estaba bien lo que estaba pasando, estúpidamente creí que iba a conseguir trabajo.

Recuerdo que cuando salí de esa segunda cita en Videocine y caminaba hacia la salida, me sentí una verdadera idiota. Yo SABÍA que no me iba a volver a hablar, yo SABÍA que acababa de ser parte de su juego y SABÍA que a la chava que estaba esperando para pasar después de mí, le iba a pasar lo mismo. Sé miles de historias de abuso de este hombre; ojalá se termine y pague las consecuencias.


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