Por Juana Ramírez
Fatiga crónica, dolor de cabeza, palpitaciones, falta de aire y palidez en la piel podrían hacernos parte de esta estadística: una de cada cuatro personas en el mundo padecen anemia o síndrome anémico.
De niña, yo era bastante flacucha y muy pálida. En las visitas al pediatra, mi mamá se quejaba frecuentemente de mi color “amarillo” y de como no lograba que ganara peso. El médico siempre le repetía lo mismo: se trata de una típica niña latinoamericana. Eso para nada convencía a mi mamá que imaginaba que la ausencia de color en mis mejillas se debía a la falta de glóbulos rojos y, para su tranquilidad, me preparaba unos loquísimos licuados de betabel con hígado de res o caldos con la sangre de una gallina.
Sin embargo, algo de razón tenía mi madre porque varias veces recibí el diagnóstico de anemia y también tenía razón el pediatra, pues esta condición es bastante común en nuestros países resultado de la desnutrición.
Pero bueno, vamos por partes.