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Por Juana Ramírez

Empiezo por decir que me referiré en esta columna a las relaciones de pareja estables, diferenciándolas de las relaciones ocasionales, exclusivamente por su característica de permanencia en el tiempo y sin ningún juicio de valor sobre las primeras. Cada una tiene sus ventajas y retos. Otro día tal vez hablaremos de las ocasionales.

Por relaciones “estables”, solo quiero plantear eso que en otro momento llamaríamos pareja “oficial”, aunque sé que también hay relaciones “extraoficiales” muy estables. En palabras llanas, una relación de pareja de dos, hétero u homosexual, que trasciende en el tiempo y en la que el amor es el pegamento. 

Ahora bien, para definir la disfunción empecemos por entender ¿Qué es una relación funcional de pareja? Si el objetivo de cualquier relación interpersonal debe girar en torno del bienestar físico, mental y emocional, una relación amorosa debe incluir el crecimiento, la protección y la seguridad. Las relaciones de pareja se establecen sólo para sumar. Si resta en cualquier sentido, ahí definitivamente no es.

En la actualidad, pareciera que estamos en la era de las crisis en las relaciones de pareja.  Esta percepción es sugerida por un incremento en la tasa de divorcios, una disminución en los matrimonios formales además de un incremento en las relaciones no convencionales. Muchas posibles causas podrían estar relacionadas con esta tendencia, entre las que se encuentran factores culturales, sociales y económicos.

 

A nivel global la tasa de divorcios varía según las regiones, sin embargo, se estima que en promedio sucede a una tasa de 4-5 divorcios por cada 1.000 personas.  En México esta tasa se ha incrementado en un 50% en los últimos 10 años llegando en 2022 a una tasa de 1.8 divorcios por cada 1.000 adultos comparado con una tasa de 0.2 a 0.7 divorcios por cada 1.000 guatemaltecos o colombianos.  ¿Es esto una señal de que son matrimonios más felices?  Probablemente sea un reflejo más de barreras religiosas, culturales o sociales que hace que personas en crisis de pareja no busquen terminar legalmente su matrimonio.

Pero vámonos por partes. Ahora definamos eso de la disfunción. A lo largo de cualquier relación sentimental es completamente normal, esperable e inevitable que se presenten cambios y que eventualmente se enfrenten crisis asociadas a múltiples factores. De hecho, estudios en los EEUU sugieren que del 20 al 30% de las personas casadas tienen insatisfacción con su actual relación, pero se mantienen ahí debido a dependencia financiera, bienestar de los hijos, estigma social o miedo a estar solos.  Estas parejas prefieren estar juntas a pesar de encontrarse emocionalmente desconectadas.

 

Las señales de alerta de una relación de pareja disfuncional pueden considerarse en tres grupos: las parejas desconectadas emocionalmente pero que mantienen una buena vida sexual, las que tienen una buena conexión emocional con muchos intereses comunes pero que hace rato no funcionan en la cama y las que  deberían estar separadas: no conectan ni en la mesa ni debajo de las sábanas. Al tercer grupo le recomiendo buscar un buen abogado cuanto antes y una vez separados, ponerse en manos de un buen terapeuta antes de iniciar otro posible fracaso. Por el contrario, a los primeros dos grupos les diría que tienen esperanza todavía.

A esas parejas que les va bien en la cama, ¿Cuáles son las razones de la desconexión emocional? Los factores son múltiples: cambios en las expectativas y roles de género, en las percepciones del compromiso, una crisis de salud mental, estrés, la desconexión emocional en mujeres con antecedentes de abuso, problemas laborales o financieros… y hasta simple monotonía, por eso antes de que sea demasiado tarde, es indispensable trabajar en mejorar la comunicación y buscar rápidamente un terapeuta personal y de pareja. Es muy probable que el buen desempeño en la cama sea una gran motivación e incluso el punto de partida de la solución.

El otro grupo es más común de lo que imaginamos: las parejas con una buena conexión emocional pero a las que ya se les olvidó cuando fue la última vez que el placer los abrazó. Múltiples estudios han demostrado el impacto que la falta de salud física tiene en las relaciones de pareja, particularmente enfermedades crónicas como la diabetes, enfermedad cardiovascular o trastornos hormonales que pueden afectar directamente en la compatibilidad sexual, el deseo, el erotismo y la intimidad física y emocional. 

En los hombres la impotencia, la falta de erección efectiva y la pérdida de interés sexual están relacionados frecuentemente con la andropausia. En las mujeres, la dispareunia (dolor vaginal en la relación sexual), el vaginismo (dolor vaginal por contracción muscular del piso pélvico durante la penetración), la pérdida de la líbido relacionada con la menopausia o a consecuencia de desequilibrios hormonales, son las causas más frecuentes de rechazo a la intimidad. La buena noticia es que la medicina tiene ya múltiples alternativas para hombres y mujeres, incluso más rápidas que la terapia psicológica. Estas soluciones incluyen el uso de terapias de reemplazo hormonal por una de las múltiples vías: cremas, geles, pellets, inyecciones, orales secuenciales, además de dilatadores vaginales progresivos, lubricantes, juguetes y hasta implantes de pene. Urge ponerse en manos de los expertos: para las mujeres los especialistas en ginecología y para los hombres, los andrólogos. En ambos casos pueden empezar por un buen internista que haga los estudios necesarios y los refiera. 

Así que si hoy están viviendo la insatisfacción de estar en una relación disfuncional, pregúntese si es cuestión de “querencia”, en cuyo caso es hora de decir adiós o si es solo un tema de “podencia” y entonces es cuestión de atender las razones de esa impotencia.

 

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